Solo la incertidumbre mata los celos

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Capítulo 13

—1—

—Sin identificación ni cita previa no pueden ver al Kazekage —les indicó tajantemente la recepcionista de rostro ceniciento y entrada en años que les atendía al otro lado del mostrador. Se colocó las gafas en un precario equilibrio sobre el puente de la nariz, y distraídamente comenzó a pasar las hojas de una agenda, hasta dar con una en blanco—. Si quieren puedo concertarles una entrevista para la semana que viene.

El rubio posó los antebrazos sobre el mostrador, inclinándose ligeramente hacia ella.

—Verá señora... —Naruto ojeó rápidamente la placa que adornaba sobre la solapa de la mujer mientras le dedicaba la más embaucadora de sus sonrisas—, Chiyo-san. Soy amigo del Kazekage y es urgente que nos atienda hoy. Sabemos que tiene una apretada agenda, pero hemos venido desde muy lejos expresamente para verlo. Si es tan amable, sólo dígale que está aquí Uzumaki Naruto.

—Se lo repito señor Uzumaki —respondió ella dejando entrever cierta hostilidad en su voz—. El Kazekage está reunido en este momento y no puede ser molestado.

—En ese caso esperaremos hasta que pueda atendernos.

—Dudo que pueda atenderlos hoy, señor. La agenda del Kazekage está completa. Le aconsejo que tome cita para la semana que viene.

—No. Tiene que ser hoy —reiteró con tanta acritud como impaciencia.

—Y yo le informo de que hoy será imposible —la vieja cruzó los brazos a la altura de su pecho en actitud tajante.

Sasuke se vio obligado a intervenir cuando Naruto, con la paciencia completamente agotada, le indicó a la vieja que haría que la investigaran y si descubría que continuaba trabajando aún después de estar jubilada haría que le quitaran la pensión.

—Déjame a mí —se interpuso, obligando al rubio a apartarse a un lado.

Del bolsillo interior de su chaqueta extrajo un talonario en el que se apresuró a escribir una cifra con varios ceros.

—Disculpa a mi amigo, a veces puede comportarse como un auténtico idiota, por ponerlo en términos decentes —explicó con un atisbo de resignación en la voz. Con un lento y disimulado movimiento extendió la mano, ofreciéndole el cheque a la vieja sin dejar de taladrarla intensamente con la mirada—. Es importante que veamos al Kazekage esta mañana. No estaríamos aquí si el asunto que tenemos que tratar con él no fuera algo de extrema urgencia. ¿Crees que esta cifra podría hacer algo para que tu jefe nos reciba hoy?

A la anciana se le cortó la respiración tras contemplar una más que considerable cantidad de dinero inscrita en el talón. Con una codiciosa sonrisa y los ojos iluminados cual urraca frente a un objeto lustroso, apresuró a esconder el cheque introduciéndolo en su escote caído.

—Veré lo que puedo hacer —indicó descolgando presurosa el teléfono y marcando varias extensiones en el teclado de la centralita.

Sasuke se giró hacia Naruto con una altiva sonrisa que a todas luces hacía señalar la efectividad de una técnica milenaria; el dinero.

—Tomen asiento, en breve serán atendidos.

Una vez acomodados, uno al lado del otro, Sasuke inspeccionó con curiosidad su entorno. La antesala, bastante grande para ser un simple recibidor, era de color marrón. Sus paredes estaban recubiertas con una gruesa capa de arena utilizada como aislante de calor y ventanas redondas por las que apenas se filtraba un resquicio de ventilación, lo que provocaba una cargante atmósfera y la impresión de encontrarse en un hormiguero sin salida. La mayoría de las construcciones en Suna estaban adaptadas al árido clima de la zona, algo realmente necesario si tenía en cuenta que la ciudad se erguía justo en el centro del desierto.

8 SemanasWhere stories live. Discover now