8 Semanas - Parte 1

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Capítulo 16


Día 0 – Primera parte.

Ino sirvió en dos tazas un poco de té blanco recién hecho, esparciendo por toda la cocina un intenso y delicioso aroma. Contra la fatiga física y mental había leído en el envoltorio, cosa que sin duda aquella ocasión lo requería. Tomó ambas tazas, y sin poder evitar la tentación de probar una de ellas, salió de la cocina en dirección al dormitorio de su amiga. La imagen dibujada tras la puerta no se diferenciaba en nada de los últimos veinte minutos. Sakura continuaba sobre la cama en la misma postura que la había dejado al salir; encogida e inerte, con los ojos abiertos aunque ausentes y abrazada fuertemente a una vieja camiseta que aparentemente aún conservaba el aroma de su dueño, el aroma de Sasuke.

Llevaba así tres días consecutivos; sin hablar, sin comer y sin dormir. Estática, como una muñeca quebrada y sin vida a la que le han arrancado el alma y agotado las lágrimas de tanto llorar. No reaccionaba con nada, Ino no exageraría con la definición muerta en vida. Y lo cierto es que comenzaba a preocuparse seriamente por su precario estado de salud. Si continuaba así, en ese estado prácticamente vegetal, la próxima persona que pasaría a mejor vida sería ella.

—He preparado un poco de té —anunció depositando uno de las tazas en la mesita de noche junto a la cama—. Tómatelo antes de que se enfríe. Te sentará bien.

Pero como era de esperar, la joven ni siquiera se inmutó.

—Sakura —gimió completamente impotente. Dócilmente le comprimió un hombro, y al no obtener respuesta alguna más que un débil parpadeo, suspiró abatida.

La perdida de Sasuke sin duda había sido un duro golpe para ella.

A las once y treinta y siete de la mañana de aquel fatídico día, y a expensas de los vanos intentos de Sakura por devolverle el pulso, se dictaminó su hora de muerte oficial. Intoxicación por vía intravenosa de cloruro de potasio, un compuesto químico difícil de encontrar que sólo era utilizado en medicina y aplicaciones científicas. Lo que dio pruebas suficientes a la policía para barajar un posible homicidio, y buscar al asesino entre el personal más cercano al hospital. Pero tras muchos interrogatorios y búsqueda de pruebas, nadie pudo dar finalmente una pista fiable sobre el paradero y rostro del homicida.

El entierro se llevó a cabo en la más estricta intimidad justo un día después. Únicamente arropado por las personas más allegadas a la victima, y su prometida, encabezando la comitiva. Una hora después de la finalización del acto, ella aún continuaba allí, anclada sobre la tumba como una más de las miles de estatuas de caliza que adornaban el camposanto. A Ino le resultó tremendamente difícil trasladarla a su casa, donde rápidamente se había desplomado sobre la cama y de la cual no se había levantado en tres días.

Comprendía su dolor, la profunda herida que le había sido infringida en su alma, el sufrimiento que la asolaba y consumía al haberle sido arrebatado por la fuerza a la persona más importante de su vida, a su único amor. Pero dejar que el dolor de su perdida la consumiera no iba a solucionar nada.

Ino se aproximó a la ventana.

La lluvia fría de otoño la saludó tras el cristal. Nubes grises y embotadas, calles solitarias y salpicadas de charcos, árboles deshojados y sin color. Una estampa que a Ino le resultaba tan sobria como elegante. Bebió de su té y durante largo rato se dedicó a contemplar las diminutas gotas de agua golpear contra el vidrio y bajar en regueros, antes de percatarse de la presencia, que inmóvil, permanecía en la acera de enfrente con la mirada clavada hacia su ventana.

8 SemanasWhere stories live. Discover now