Desde pequeña Isla tuvo una sola pasión, cocinar.
Al terminar sus estudios y convertirse en chef decide irse de Argentina para probar suerte en Nueva York con un objetivo en mente, ser una de las cocineras más reconocidas a nivel mundial. Y está dis...
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—Ésta se llama Isla Quiroga, como ya había mencionado— reitero alto para no dejarme pisotear.
Ron pone una mano en mi hombro y me dedica una mirada que indica que me calme y lo deje hablar a él. Lo dejo sólo porque sé que conoce mejor al arrogante chef francés y sabrá mejor como dirigirse a él.
—Es una historia larga, Henri, pero básicamente le debo un favor a esta muchacha así que vas a hacerle una entrevista para ver si tiene oportunidad de trabajar en el restaurante o no.
—Muy fácil, no tiene oportunidad— espeta el chef volviendo su mirada al wok y sacudiéndolo para hacer saltar todas las verduras en el aire—. No tenemos ningún puesto disponible, linda, lo lamento.
Siento como la sangre me empieza a hervir y por suerte interrumpen en cuanto estoy por abrir la boca ya que lo que hubiera salido de ella no hubiera sido amable para nada.
—No te lo estoy pidiendo, Gautier— lo llama por su apellido elevando la voz—. Te lo estoy ordenando. Sígame, señorita Quiroga.
Me toma por el brazo y me dirige a una mesa grande e impoluta de metal, nos encontramos un poco más alejados del ajetreo de la cocina y es la única mesa libre en todo el lugar. Henri nos sigue los pasos y se sienta en una silla a corta distancia de la mesa enfrentándome.
—Bueno, esta es tu entrevista, ¿qué vas a preparar? —pregunta irritado por haber recibido órdenes y sin dejar de mirar su reloj.
Un centenar de ideas y recetas cruzan por mi mente decidiéndome finalmente por algo que sé que me sale excelente. Solo tengo una oportunidad de causar una buena impresión.
—Crème brûlée— menciono con seguridad.
El chef Gautier suelta una carcajada sonora que retumba en el lugar y hace que los demás cocineros miren curiosos en nuestra dirección. Intento mantener la compostura y no cambiar mi expresión ante su mal educada reacción.
—¿En serio quieres impresionar a un chef francés preparando uno de los postres más populares de Francia? Es evidente que no tienes idea cuántas crème brûlée he probado a lo largo de mi vida. Esta fue tu oportunidad y la perdiste, ahora si me discu...
—Me imagino que ha probado muchas, sin embargo, le aseguro que ninguna como la mía.
Vuelve a tomar asiento luciendo un poco intrigado y retoma el habla: —Ni siquiera es un postre difícil de preparar, lo podría hacer un niño de cinco años.
Hago caso omiso a sus palabras y me dirijo hacia la despensa y enormes heladeras a buscar ingredientes cuando siento que Ron se acerca a mí preocupado.
—Isla, no te voy a mentir, me caes bien y también me da miedo que igual quieras sacarme dinero cuando no consigas el trabajo. Te ruego cambies de opinión con el plato que vas a cocinar. No es fácil complacer el paladar de Henri y aquí tienes una opción abundante de ingredientes para preparar cualquier plato que se te plazca— susurra en mi oído apoyando una mano en mi espalda baja.
