Extra

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Extra I [La boda]

Me estuve dejando crecer el cabello justamente para esta ocasión. Las ondas oscuras caen hasta la altura de mi busto sobre mis hombros descubiertos en unos marcados y elegantes bucles.

La fina tela de encaje blanco parece acariciar mi piel con suma suavidad. El vestido es tan liviano que siento como si no estuviera usando nada en realidad.

Me miro con detenimiento en el espejo y hago una mueca antes de darme vuelta para ver cómo se me ve en la espalda.

—Te ves como una muñeca, hija.

La voz de mi madre invade la habitación y es inmediatamente reemplazada por un sutil sollozo. Se acerca despacio hasta ubicarse detrás de mí y observar mi reflejo asomando su cabeza por sobre mi hombro. Está en puntas de pie para lograrlo, la altura es algo que heredé de ella. Deja un beso en mi mejilla sin dejar de llorar y mis ojos comienzan a arder llenándose de lágrimas.

—La escena es muy conmovedora, pero si la novia se la va a pasar llorando se le va a correr todo el maquillaje y no queremos eso, ¿verdad? —señala la estilista que acaba de terminar de retocar el mismo.

Mi madre y yo asentimos al mismo tiempo que nos dedicamos una sonrisa cómplice.

—Tiene razón, señorita. Es que esta tal vez sea la única ocasión donde voy a ver a una de mis hijas casándose.

—¡Mamá! —el grito de mi hermana en señal de protesta me roba una carcajada—. Estoy al lado tuyo.

—Lo sé, cariño. Pero te conozco lo suficiente como para entender que no te interesan mucho todas estas cosas.

Es verdad, mi hermana no es de las que han soñado toda su vida con una pomposa boda y el príncipe azul. Y, a decir verdad, yo tampoco. Jamás me visualicé a mí misma de vestido blanco caminando hacia el altar, ni siquiera me detuve a imaginar el rostro de la persona que me estaría esperando al final del pasillo. Supongo que mi mente siempre estuvo ocupada por nuevas metas y sueños por cumplir, y no puedo decir que me arrepienta de eso.

Mierda, ni siquiera me visualizaba casándome con Henri, se lo atribuyo a tener un cerebro constantemente concentrado en algún asunto. Sin embargo, todo eso cambió unos meses atrás durante una breve escapada que hicimos juntos a Ámsterdam.

Estábamos en un pequeño café escondido en alguna de las pequeñas calles de esa ciudad riéndonos a carcajadas con lágrimas en los ojos, ya no recuerdo qué nos estaba dando tanta gracia, pero de seguro tuvo que ver la influencia de los dos brownies algo especiales que acabábamos de tragar.

Al principio me había mostrado algo dudosa sobre comerlos teniendo en cuenta el pasado de Henri, pero él me aseguró que no era nada grave y podía manejarlo. Por suerte terminó siendo verdad.

Lo que sí me sorprendió fueron las palabras que soltó mientras nos doblábamos al medio por la risa.

"Deberíamos casarnos".

Accedí risueña y sin darle tanta importancia al asunto, creí que solo era una broma de dos tontos enamorados pasando un buen rato y estaba segura que ninguno de los dos recordaría nada al otro día.

Me equivoqué a lo grande, lo comprobé cuando Henri trajo una bandeja a la cama del hotel para desayunar. El aroma del café sumado al peso que ejerció sobre el colchón cuando se sentó me despertaron. Notar que en dicha bandeja también había waffles con miel y frutas me hizo levantarme apresurada y hambrienta con una sonrisa. Sonrisa que se vio intercambiada por mis labios abiertos dibujando una "o" al percatarme del anillo de oro blanco con una pequeña piedra en el centro que lanzaba destellos con la luz del sol que entraba por la ventana.

Crème Brûlée-Un sueño entre sabores | ✓Kde žijí příběhy. Začni objevovat