10. Empezando de cero

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El camión de la mudanza ha llegado tan pronto que me ha despertado en la mejor parte del sueño

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El camión de la mudanza ha llegado tan pronto que me ha despertado en la mejor parte del sueño. Mi madre ha intentado animarme con unas tortitas, un desayuno que me habría encantado de no ser por el hecho de que odio levantarme tan temprano. Mi padre también ha contribuido haciéndome un zumo de naranja, exprimido personalmente por él. Ahora tengo un poco más de energía y quizá un kilo extra.

—¿Has guardado bien tu...? —me pregunta Jeremy, alzando las cejas.

—¿Mi qué? —Sé perfectamente a lo que se está refiriendo, por eso le doy un empujón antes de que intente pronunciar su nombre—. Para tu información, se llama Flora.

—¿Flora? —se ríe mientras se frota el brazo donde le he golpeado—. Es que me resulta tan...

—¿Solo vosotros podéis masturbaros? —No dejo que acabe la frase.

—No es eso.

—Las mujeres también nos damos placer, Jer. Solo que no vamos por ahí alardeando.

Me levanto de la silla y me acerco a una de las pocas cajas que quedan, la que contiene mis pertenencias más personales. Saco el vibrador que descubrió hace unos días y se lo enseño. Él no se mueve de donde está.

—¿Quieres probarlo? —vuelvo a hablar, zarandeando el objeto. Él se ríe, pero le conozco lo suficiente como para saber que está incómodo.

—Aparta eso de mí.

—¿Tanto miedo te da?

Para mi sorpresa, coge el objeto y me lo quita de las manos.

—Venga, probemos a Flora —añade, retándome. Me rio porque sé que está de broma, pero se me quita la sonrisa de golpe cuando se acerca a mí con ella. Doy un paso hacia atrás.

—¿Qué haces? —pregunto en un hilo de voz y entonces suelta una carcajada.

—¡Has empezado tú! —responde sin dejar de reír, soltando el vibrador en la caja—. Menuda cara has puesto.

—Eres imbécil.

Cierro la caja con el precinto para que no la vuelva a abrir y la cojo para bajarla con el resto.

—Si algún día necesitas más que un palo de esos, avísame —añade guiñándome un ojo. Finjo que voy a vomitar y él se ríe aún más alto.

Sé que no va en serio, pero a pesar de eso no puedo evitar sentir un cosquilleo en el estómago y me odio por ello.

—Eso ofréceselo a tu querida Olivia.

Aunque algunos puedan pensar lo contrario, ponerme a la defensiva cuando estoy nerviosa es mi mayor virtud.

—¿Estás celosa, Miller?

—¿Has venido a ayudarme o a tocarme las narices?

—En realidad solo he venido por las tortitas —añade saliendo al pasillo—. Las he olido desde mi casa.

—Menudo interesado —murmullo mientras cojo una de las cajas. Le sigo escaleras abajo donde mis padres guardan los últimos platos limpios.

Es una pena saber que estos serán mis últimos minutos en el lugar en el que he crecido. En esta casa han pasado tantas cosas: fiestas clandestinas, primeros besos, noches de películas hasta las tantas de la mañana y muchos golpes y regañinas.

Me apoyo en la pared vacía y observo la estancia con detenimiento. Resoplo al darme cuenta de lo que puede cambiar un lugar con tan solo quitar las cosas de en medio.

—Esta fue la pared que rompiste —me dice Jeremy de repente.

—No, creo que fue esta —interviene mi padre con seguridad.

—Sin duda, Jeremy tiene razón —corrige mi madre mientras señala un punto en la pared—. Todavía se nota el apaño que tuviste que hacer. Reese tiene la cabeza muy dura.

Todos se empiezan a reír. Todos menos yo. Cojo la caja de nuevo y salgo para meterla dentro del coche. Al contrario que las otras, esa irá conmigo. Me da pánico perderla.

Cuando estoy a punto de abrir el coche, alguien carraspea detrás de mí. Consigo verle por el reflejo del cristal, pero antes de hablar, mi madre aparece.

—Mason, ¡menuda sorpresa!

—Mientras repasábamos ayer, Reese me pidió que le ayudara hoy con las cajas.

Me quedo mirándole estupefacta y me guiña un ojo. Luego miro a Jeremy, que aparece detrás de mi madre. Su expresión es de completa confusión, pero también parece algo irritado.

—Muy amable por tu parte —dice ella, ajena a la tensión que se ha creado en ese momento—. Pasa y coge las cajas de la entrada.

Mason la sigue hasta el interior y mi amigo camina hacia mí.

—¿Le pediste que viniera?

—¿Crees que estoy loca? —replico, negando con la cabeza—. No tengo ni idea de qué hace aquí.

Nos quedamos en silencio mirando la puerta de brazos cruzados hasta que sacan todo lo del interior. Mi padre lleva el camión donde van las cajas y los muebles y mi madre conduce el monovolumen con nosotros dentro.

En los quince minutos de trayecto no soy capaz de girarme para mirar a ninguno de los dos. Sin embargo, Mason no deja de hablar en todo el camino preguntando por la casa y por la tienda.

—¿Os queréis quedar a comer?

Por suerte la casa está bastante limpia. Ya la había visto una vez cuando mis padres insistieron en que querían mi opinión sobre ella. Lo único bueno que pude ver en su momento es que la ventana de mi habitación da a un tejadillo y tengo muy claro que voy a pasar mucho tiempo mirando las estrellas.

—Hoy comemos fuera —se apresura a decir Jeremy a modo de disculpa. Se sacude el pantalón para colocárselo y camina hacia la puerta. Su primo, por el contrario, se acerca a mí y me susurra:

—Te recojo esta noche.

—Ni se te ocurra venir por aquí —le advierto. Mason me dedica una amplia sonrisa, lo cual me irrita aún más.

Le doy un empujón que claramente ve mi madre y le sonrío para que piense que solo estamos bromeando. Me arrepiento al instante de haberle tocado porque no puedo evitar recordar aquella imagen en el baño, con el vapor y sus abdominales marcados. Como parece no pillar la indirecta de que no es bienvenido en casa, le acompaño hasta fuera. Jeremy parece entender mi mirada porque mete prisa a su primo.

—Hasta luego, preciosa. —Nada más decir eso me da un beso en la mejilla y camina hasta alcanzar a su primo.

Cuando los dos se marchan me dejo caer en el sofá. Estoy agotada y todavía queda muchísimo por hacer.


*****

AWWW.

¿Amor-odio con Mason?

¿Y qué opináis de Jeremy?

¡Nos leemosss! ❤

¡Nos leemosss! ❤

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El buzón de los secretos © |COMPLETA|Where stories live. Discover now