33. Misión de rescate

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—Habrá algo que puedas hacer —susurra Laura mientras el profesor habla con un compañero

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—Habrá algo que puedas hacer —susurra Laura mientras el profesor habla con un compañero. Hoy nos dan las notas de literatura.

Jeremy se encoge de hombros.

—Le quitaré las llaves —responde en bajo.

—¿Y si le escondemos la moto? Si la está buscando no podrá preparar la fiesta.

Todos miramos a Kai sorprendidos. El profesor le llama y pega un bote del susto al escuchar su nombre.

—Si hay otra fiesta mucho mejor, tal vez nadie vaya a la suya —sugiero, pensativa.

—No hay otras fiestas, Reese. Todo el mundo se ha enterado de esta —replica Laura y se levanta al escuchar su nombre. Kai ha sacado sobresaliente.

—Puede que sí haya una —afirmo y me giro para darle vueltas a la idea que me ronda la mente.

—¿Qué tontería estás pensando ahora? —susurra Jeremy acercándose a mí por detrás. Al notar su aliento en mi oreja se me eriza el vello.

—Seremos la competencia de Mason.

Me levanto al escuchar mi nombre y, antes de darme el examen, el profesor me lanza una mirada de decepción. Le observo confusa y cojo el papel. He sacado una nota horrible. No horrible, la peor nota de mi vida.

—¿Un cuatro? —me giro, perpleja, y aparto a mi compañera, que se ha levantado para recoger su examen. Me disculpo enseguida y regreso a mi objetivo—. Debe ser un error.

—No hay ningún error, señorita Miller.

—No puedo suspender y menos esta asignatura.

—¿Qué ha querido decir? —me mira con los ojos entrecerrados y me enderezo nerviosa. Creo que la estoy cagando, y encima todos me están mirando.

—¿Puedo hacer un trabajo para subir nota?

Me analiza con seriedad. Luego asiente y hace que vuelva a mi sitio. Tengo una oportunidad.

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—Reese Miller, la empollona de la clase, suspendiendo, ¿me he perdido algo?

Mis amigos pueden bromear llamándome así, porque sé que lo hacen de broma, pero Mason no porque, para empezar, él no es mi amigo.

—¿Se te ha perdido el cerebro y no lo encuentras?

—Espera, espera, no te muevas —me dice soltando el rodillo en el cubo. Está en mi habitación y no soporto verle aquí, solo espero que acabe pronto de pintar. ¿Es que mi madre no piensa? No sé para qué le contrata.

—¿Qué? —pregunto cuando le veo acercarse.

Mason coloca su mano en mi cara y me acaricia con suavidad la mejilla. No me muevo, no soy capaz. Trago saliva y él esboza una sonrisa ladeada que hace que todo mi enfado desaparezca. Me quema la piel por donde su dedo ha pasado.

El buzón de los secretos © |COMPLETA|Where stories live. Discover now