Capítulo 21

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Tres días después del primer día.
Un día antes del último día.

Violet Steinfeld

Se sentía extraño estar aquí después de tantos años, y de tantos sucesos en ellos. Aún más extraño era que todo siguiera exactamente igual, tal vez me parecía extraño porque todo en mi mente había cambiado, pero el mundo seguía igual, aun con su ausencia seguía girando con total normalidad. 

Las paredes rosas, sus medallas de natación y  de deletreo colgadas de ellas, las dos camas individuales, incluso con las mismas sábanas sobre ellas, las fotos de nosotras cuando estábamos en el grupo de porristas de la secundaria, me traía tantos recuerdos, las noches en las que nos dormíamos a las 3am hablando de cualquier cosa, cuando bajábamos a la cocina en la madrugada para cocinar intentando que no nos atraparan. La extraño... Si, la extraño.

— Cariño, ¿Estás bien? Dijo Olivia, mi mamá, de pie junto a la puerta.

— Si... Eso creo, solo es uno de esos días. Respondí, sin apartar la mirada de aquellas fotografías en el estante que se encontraba al frente de las camas.

— Pasará, sé que es difícil—Caminó hacia mi, y pasó sus manos por mis hombros suavemente— Pero tu hermana hubiera querido que consideráramos esto como solo un mal rato, ¿No lo crees?

— Si, lo se, tienes razón.

— Relájate, ven, bajemos, ya preparé el almuerzo.

Bajamos las escaleras tomadas de la mano, mamá seguía igual que siempre, cabello castaño claro hasta los hombros, con pequeños destellos dorados en las puntas, sus ojos color miel eran exactamente iguales a los de Morgan, solo que con variadas y pequeñas arrugas en sus alrededores, y con la innegable nostalgia que estos poseían.

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Temor. Temor era todo lo que sus ojos ahora emanaban, su piel pálida como un papel, de pie junto a la escalera con el teléfono en su oreja. Intentó hablar pero su voz se quebró, me levanté rápidamente y tomé el teléfono para hablar en su lugar.

— Ma—La tomé por un hombro, sentía que estaba a punto de desmayarse— ¿Estás bien? Siéntate.

Mi mamá se sentó, sudaba frío, puso su temblorosa mano sobre su frente en un fallido intento de relajarse. La vi, asustada de que le sucediera algo, pero hablé por el teléfono.

— ¿Hola?

 — Violet, soy David, no sé cómo tomarás esta noticia y quisiera no tener que dártela pero estoy en la obligación como tu abogado.

— ¿Ujum? Los nervios no me dejaron articular palabra alguna.

— Lo han transferido de la estatal.

— ¿Cómo? ¿Qué quieres decir con que lo transfirieron?

— Lo sometieron a varias pruebas, los resultados dejaron en claro que no está en condiciones de ser juzgado como los demás, necesita trato especial.

El mundo se me vino encima, ¿Cómo puede ser esto posible? Es tan injusto, él no... Ellas... Mierda.

— ¿Violet?

— Mmm, si, aquí estoy.

— Lo siento, pero las pruebas ya están, se escapa de mis manos.

Colgué.

Intenté contener las lágrimas, pero era imposible, sentía que me ahogaba, deslicé el teléfono desde mi mejilla hasta mi pecho lentamente, bañado en lágrimas, mientras caía sentada en el suelo, mamá se acercó a mí, subí la mirada hacia dónde ella estaba de pie mirándome, sus ojos cristalizados se encontraron con los míos, se acercó lentamente, sentándose a mi lado, luego me abrazó.

— ¿Por qué? ¿Por qué? Esto no puede ser... No es justo. Dije, hundiéndome en su pecho mientras apretaba mis puños contra mi rostro.

— Está bien.

Me incorporé, limpié mis lágrimas, me mantuve en silencio por unos segundos y luego hablé.

— No, no está bien.

Me puse de pie y subí rápidamente a la antigua habitación, dejando a mi madre detrás, mi sangre hirvió y mi piel emanaba ira, pero solo tenía una cosa en mente, debía hacerlo, hablaría con quien fuera, con el abogado que existiera, con tal de tener sus ojos frente a frente una vez más.

Recuerdos Vacíos ©Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon