Capítulo 26

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La fría cabaña.

Morgan Steinfeld

El ruido de una llamada entrante me despertó de mi sueño profundo, antes de contestar, vi la hora, 8:04 a m, mierda... Iba tarde al trabajo.

Me levanté de golpe de la cama, el teléfono seguía sonando, y justo antes de contestar me di cuenta que era domingo, no tenía trabajo.

Seguramente era Violet.

Tomé el celular y me percaté de que no era ella, ni Klaus, ni mamá, era un número privado.

Contesté, titubeante.

— ¿Hola?

— Oh, Hey.

— ¿Quién es?

— Hola Morgan, soy... Soy Nathan.

¿Qué mierda?

— ¿Cómo conseguiste mi número?

— Tengo contactos.

Me quedé en silencio, pensando en el cómo, el porqué de su reaparición... Después de tantos años.

— Estoy al frente de tu casa.

— ¿Qué?

— Estoy al frente de tu casa.

— Ni siquiera sabes dónde vivo, estás mintiendo. Dije, caminando hacia la ventana y asomándome por una pequeña abertura de la cortina. No lo veía.

— Tienes razón... Ya no estoy al frente, estoy en tu puerta.

Y en eso el timbre de la entrada sonó, confirmando lo que decía.

— Es de mala educación dejar a las visitas esperando afuera, ¿Sabías?

— ¿Qué es lo que quieres, Nate? Pregunté de golpe, con un poco de miedo e irá fusionándose en una sola y extraña emoción.

— Oye, sé que pasamos por muchas cosas... Y metí la pata varias veces, pero en serio, solo quiero hablar.

— ¿Sobre que? Pregunté, ya estaba cerca de la puerta, podía escucharlo pero aún así no colgaba.

— No lo sé, lo que sea, solo quiero que... Tu sabes, seamos amigos.

Me quedé en silencio nuevamente.

— Lo juro.

Dudosa, accedí, ¿Qué era lo peor que podía pasar?

Colgué, caminé hacia la puerta y la abrí.

Y allí estaba él, de pie, con sus intensos ojos color mar observándome, igual de brillantes y profundos como los recordaba, sentí un impulso de abrazarlo porque a pesar de todo fuimos buenos amigos al principio... Si, lo fuimos, pero me contuve.

— Pasa. Dije, seria.

— ¿Cómo estás? Preguntó, entrando a la casa, frotando sus manos por el frío.

— Eh, bien—Estaba más extrañada que asustada— ¿Y tú?

— Bien, bien. Respondió con emoción, observando toda la casa.

— Siéntate. Dije, señalando el sofá de la sala.

Se sentó mientras se quitaba la chaqueta y la ponía a un lado, lucía... ¿Alegre? Extrañamente alegre.

— ¿Qué ha sido de tu vida? Preguntó.

— Mi vida... Excelente, muy excelente—Dije sarcásticamente con áspero tono— ¿Qué hay sobre ti?

Recuerdos Vacíos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora