14. YO

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Cuando despierto Gonzalo ya no está en el coche.

El cielo comienza a teñirse de un gris claro, escucho la campanilla del camión de la basura que hace su rondín, también el rugido de motores, cláxones que suenan de forma constante y pasos de personas que van deprisa; miró el reloj en mi muñeca, son las 06:58 de la mañana. La vida comienza de nuevo.

Dormir en un coche no es la cosa más cómoda del mundo, me enderezo para estirar mis extremidades y descontraer los músculos. Sudo a chorros, me doy cuenta que todos los vidrios del carro están cerrados y las puertas aseguradas «Gonzalo se cercioró de que no fuesen a raptarme». Levanto el seguro con mis dedos y abro la puerta para que me entre un poco de aire.

Hoy es el día en el que tengo que ser sincero con una de las personas que más amo, aunque esa sinceridad pueda apagar este fuego que implora justicia, aunque sé que quizá no logre entenderme e impida a toda costa que las llamas en mi sangre se expandan; Sarah me ama tanto que se asegurará que ni un centímetro de mi piel corra riesgo, pero qué puedo hacer cuando arriesgarse es la única manera.

Reviso mi celular y me doy cuenta de que tengo varios mensajes de Whatsapp: de mamá, de papá, de Sarah, de Marina, pero hay un chat lleno de mensajes que lleva varios días sin abrir y que me causa demasiada expectación: los mensajes de mi compañero Iván. Ayer los iba abrir hasta que Gonzalo se cruzó en mi camino, sé que este es el momento perfecto, sin pensarlo demasiado, presiono con mi dedo la pantalla:

Ayer

Iván, 05:16 pm

Hola Darío

Iván, 05:22 pm

¿Cómo estás?

Iván, 05:28 pm

No quiero molestar

Iván, 05:40 pm

Hoy por la mañana visité a Joel

Separo la vista del celular por unos segundos, extrañado. Hay cuatro mensajes más por leer, tres están llenos de texto, el último es más corto, no sé si puedo continuar, no sé si quiero continuar, sin embargo, no puedo dejar de cuestionarme el motivo por el cuál alguien como Iván visitaría a mi novio al hospital y me enviaría un mensaje para decírmelo.

Iván, 05:44 pm

Joel y yo limamos las perezas, ¿te contó algo? Creo que no te dijo nada, pero lo hicimos. Fue un miércoles, mes y medio antes de que ocurriera lo que ocurrió, ese cabrón de Joel me salvó de que me despidieran del trabajo. No sé si lo sepas, no, no lo sabes, perdón me hago bolas escribiendo, pero bueno, mi familia está en quiebra y desde hace meses tuve que empezar a trabajar para poder pagar las colegiaturas que faltaban del año.

«¿Por qué está contándome esto?» es lo único que puedo pensar.

Iván, 05:48 pm

Trabajo en una cafetería al centro de la ciudad, siempre me dan cuarenta y cinco minutos para comer, pero aquella vez regresaba media hora más tarde de lo debido, tuve que hacer unos trámites para mamá y se me fue el tiempo. Llegué a la cafetería y el cabrón de mi jefe estaba gritándome delante de todos porque no había quien atendiera las mesas, al aparecer, Joel llegó tras de mí a la cafetería y presenciaba la escena. Sin que me lo esperara, él intercedió por mí, inventó un relato bastante creíble sobre un intento de asalto que sufrió y del que yo lo salvé, dijo que estaba en la cafetería para darme las gracias, por supuesto que era mentira. Joel reprendió a mi jefe por tratarme así y ser tan poco comprensivo, al cabrón no le quedó de otra que dejar de gritarme y dejarme trabajar, todo gracias a Joel. Desde ese día comenzamos a hablar casi todos los días.

Tú, yo, anarquíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora