24. ANARQUÍA

2.4K 364 208
                                    


Gonzalo camina al frente, lleva consigo una antorcha que él mismo fabricó. Es de noche y las calles del centro de Guadalajara lucen tan tranquilas que parece otro lugar, la ciudad se ha aleado con ellos, la ciudad también está de luto: guarda silencio, las luces se apagan y las calles están libres de tráfico. En un principio solo dos patrullas los acompañarían, una que iría al frente y otra atrás, el número tuvo que aumentarse a seis. Fueron optimistas y pensaron que con un poco de suerte lograrían reunir a las tres mil personas que hubo en la primera marcha, se subestimaron a sí mismos, subestimaron al poder de una madre y a lo que el amor es capaz de hacer. Según los cálculos que le dio Sarah antes de que la marcha comenzara, reunidas en la glorieta de la Minerva debía haber más de dieciséis mil personas, ahora que la marcha ha comenzado, Gonzalo estima que el número debe rondar las veinte mil.

La mayoría de manifestantes ha seguido los protocolos indicados: visten de blanco y llevan velas y antorchas en sus manos, algunos otros, los más jóvenes principalmente, han optado por iluminar el camino con las linternas de su celular. Nadie habla, nadie cuchichea, incluso los medios que cubren el minuto a minuto con sus cámaras y micrófonos permanecen en absoluto silencio. A Gonzalo le recorre un escalofrío por la espalda que lo hace temblar, siente que la sangre le arde y como si un alambre de púas se hubiese enrollado en su garganta; ver el rostro sonriente de Joel por todos lados le da la templanza necesaria para caminar al frente de la marcha. Darío y Marina caminan a su lado y, como en la primera marcha, sostienen la fotografía más grande de Joel.

Ver a Darío ahí, marchando con la mirada al frente, es también un aliciente, Gonzalo pensó que no tendría la fuerza suficiente para estar ahí, pero se equivocó, muy temprano llegó a la casa del Chango en compañía de Sarah y, aunque en absoluto silencio, trabajó con determinación en todo lo que pudo ayudar: pinto pancartas, preparó antorchas y enmarcó fotografías. Nadie le dijo nada, ni lo abrazaron, ni mostraron compasión; sabían lo difícil que debía ser para él, ya habría tiempo de abrazarlo, llorar con él y mostrarle apoyo de una forma más cercana, este no era el día para ello.

La fecha de la marcha tuvo que aplazarse un par de días, cuando se planeó, nadie sabía la situación de Joel y lo que estaba por venir. El día después de que planearan todo, los padres de Sarah le contaron a Gonzalo lo que sucedía, en un principio no lo creyó, o no logró asimilarlo, sin embargo, en el momento que vio a Sarah llorar como hace tiempo no lo hacía, supo que era real; pensó de inmediato en Darío y una lágrima se le escapó sin que se diera cuenta, el viento volvió a traer tormentas del pasado que inundaron y destruyeron sus templanzas, por segundos se sintió de nueva cuenta en el fondo del océano: desesperado, sin oxígeno, pero, a diferencia del caos sentimental en el que quedó atrapado durante aquellos días, esta vez, se negó a quedarse hundido en la impotencia y el dolor; besó a Sarah en la frente, apretó su mano y recordó las promesas que le hizo a Joel aquella tarde que Darío lo dejó a solas con él: no iba a dejar solos ni a Darío ni a Marina, cuidaría de ellos y, a costa de todo, le haría justicia a él, a Joel.

La sensación de que aquella había sido una despedida anticipada le estrujó el corazón, a pesar de sentirse mal, se armó de valor y fue el primero en ser consciente de que, tras la desconexión de Joel, todo cambiaría. Les contó a sus amigos e involucrados en el plan lo que sucedería, incluso el Chango que siempre iba con una sonrisa en el rostro, agachó la mirada, abatido. Sofía se sintió tan mal que en el momento que se los contó, claudicó, dijo que no podía seguir, que eso la superaba y se fue. Gonzalo la entendió a la perfección y no la juzgó. Sin embargo, por la noche, recibió una llamada de Sofía en la que ella le dejó claro que solo había tenido un momento de debilidad, pero que no descansaría hasta que a Joel se le hiciera justicia.

La marcha continua por la avenida principal que conduce a la plaza de armas, es una protesta pacífica, no obstante, la sensación de desconfianza de Gonzalo se intensifica en cuanto ve que un pelotón de policías ha formado una muralla que impide el paso a la plaza. Darío voltea a verlo y lo cuestiona con la mirada, Gonzalo le sonríe para intentar tranquilizarlo, pero, en el fondo, sabe que el posicionamiento de esos policías es inusual y eso solo indica que las cosas no van del todo bien.

Tú, yo, anarquíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora