37. TÚ

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Estamos sentados en la sala de tu casa, Joel.

Tu madre nos ha invitado a venir aquí. Es un lugar pequeño, pero hemos sabido acomodarnos: tu madre, tu abuela, mis padres y el abogado ocupan los sillones, los demás nos hemos sentado alrededor del suelo y algunos otros han acercado sillas del comedor.

Estoy sentado en medio de Camilo y Paulina, el que fue tu médico tiene su brazo alrededor de mis hombros y la periodista que nos ha ayudado a romper los blindajes de tus agresores me sostiene la mano con fuerza. Es increíble cómo esta lucha por ti nos ha unido con personas ordinarias que terminaron volviéndose nuestros amigos.

—Hemos dado pasos muy importantes —dice tu abogado—, pero esto aún no termina, viene lo mero bueno.

—¿Qué parte del proceso sigue? —pregunta tu madre.

—Estamos en la etapa en la que el juez ha establecido que hay suficientes pruebas para vincular a proceso a los imputados —responde tu abogado—. Hemos logrado esto en un segundo intento, lo cual, he de decir, es bastante inusual. Sin duda alguna, toda la presión que ustedes metieron con las marchas, los testimonios e investigaciones tuvo mucho que ver, sobre todo la presión social alrededor del caso. En este sistema las cosas son más rápidas cuando el prestigio y le eficiencia están en tela de juicio.

»Otra victoria importante de este día es que se les ha negado el derecho a fianza y tendrán que pasar todo el proceso hasta el día del juicio en prisión, eso nos beneficia porque se verán obligados a usar sus influencias para armar un caso rápido porque lo que querrán es que el juicio se realice lo más pronto posible, nosotros hemos trabajado en el caso por más de siete meses, ellos en su premura pueden cometer errores.

»Lo anterior me lleva a mencionar este punto que es muy importante: aún son presuntos culpables hasta que se demuestre lo contrario. Ellos tendrán derecho a defenderse y créanme, van a hacerlo. No será algo sencillo, ellos llegarán hasta las últimas consecuencias y es mi responsabilidad decirles que ustedes deben ser muy cautos, cualquier cosa que digan o hagan puede ser utilizada a su favor y en nuestra contra.

Tu abuela pone la cafetera y una charola de galletas en la mesa de centro, a pesar de las últimas palabras de tu abogado, en la sala de tu casa aún reina un sentimiento de victoria. Han pasado siete meses desde aquella noche de marzo y, desde ese día, no hemos dejado de luchar por ti, Joel. El celebrar las batallas que hoy hemos ganado es necesario, es el combustible que necesitábamos para no abandonar el vehículo a media carretera; hace un par de semanas estuvimos a punto de claudicar, a mí me invadió el miedo a fracasar, ese sentimiento desolador que paraliza tu cuerpo, que te domina y te hace temblar y sudar. Sé que los demás experimentaron el mismo sentir que yo, fue Sarah la única que pudo vencer el temor de fallarte y nos obligó a no darnos por vencidos.

Tu madre me pide que la acompañe a la cocina para traer más café y galletas, me pongo de pie y voy tras ella. Sé que la ayuda que ha dicho que necesita de mí es solo un pretexto para alejarme de los demás, nos debemos una plática a solas. Apenas y entro a la cocina me da un fuerte abrazo al que correspondo; las cosas entre ella y yo fueron complicadas a partir de aquella fatídica noche, yo sentía una inminente culpa por lo sucedido y tu madre necesitaba a alguien a quién culpar. El dolor nos llevó a sacar nuestros miedos a través de nuestras palabras y acciones, ambos éramos las personas a las que más les dolía lo que te hicieron. Duramos tres meses sin poder mirarnos a la cara, sin dirigirnos la palabra, pero hoy estamos aquí. Sé que ansiábamos este momento a solas porque en esta lucha, de cierta forma, tu madre y yo fuimos como espejos: yo podía sentir su dolor y ella el mío, ¡te nos arrebataron de nuestras vidas, Joel! A ti que tanto te amamos. Tu madre perdió a su hijo, yo perdí al amor de mi vida.

Tú, yo, anarquíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora