24

1.3K 114 44
                                    

─ Ya fue, ni quería ─ Mateo se tira en la arena atrás de mi, solté una risita.

─ Que blandito que sos, dale, una vez más y vamos que hace frío ─ Lo aliento y se endereza.

─ Pero no me sale como a vos ─ Hace puchero y yo muerdo mi labio inferior, es un nene.

─ Y no hijo, yo sé tocar la guitarra desde hace tres años, vos arrancaste hace diez minutos contados, ¿Otra vez? ─ Asintió ─ Bueno, empeza con el acorde de hoy, otra vez, fa, dame la mano ─ Hace lo que le digo concentrado ─ Ese dedo ahí, el otro acá y, bien, vas aprendiendo.

─ ¿Iba así? ─ Asentí sonriendo ─ Que capo que soy ─ Se agrandó.

─ Mano derecha, ya te expliqué como era y ahora, dale vos podes.

Rasgó con suavidad y me miró ─ ¿Y?

Aplaudí ─ ¡Señoras y señores, Mateo Palacios Corazzina ha aprendido a tocar un acorde en menos de media hora! Orgullo nacional ─ Pongo una mano en mi pecho para darle más dramatismo.

Ríe ─ Dale orgullo nacional, vamos que es tarde y mañana es lunes.

Ruedo los ojos ─ Otra vez, que paja ser laburante, te envidio turista turro.

Habíamos acordado una rutina antes de dormir, parecíamos una pareja de casados de cuarenta años pero no importa.

Cada uno elegía una película cada día por medio, y si nos olvidabamos quien había elegido la última hacíamos piedra, papel o tijera.

Método infalible.

─ ¿No se dice así? ─ Me pregunta, sentados en el sillón, yo estaba muerta de la risa.

─ ¿Dónde escuchaste que se decía infalifable? Ay no puedo ─ Intentaba respirar con regularidad pero mi risa me lo dificultaba.

─ Bueno cualquiera se puede confundir, cariquita ─ Se burló, le había contado la anécdota de cuando le decía cariquita a la mariquita o vaquita de San Antonio, gil.

─ Con eso no se jode, tenía tres años.

─ Con el infalifable tampoco, tengo diecisiete.

Le pellizque los cachetes ─ Ay, el es menor.

─ Sí, me estas corrompiendo, abusadora.

─ ¡Maldita abusadora! ¡Si me ve me ignora! ─ Canté, ¿Paulo Londra? Un Dios.

Hoy hicimos piedra, papel o tijera y ganó Mateo, asique le tocaba a el.

─ ¿Por qué siempre me decís Mateo? ─ Pregunta después de un buen rato.

─ ¿No te llamas Mateo? Que pregunta la tuya, morocho ¿Cómo queres que te diga? ─ río apenas.

─ No sé, yo siempre te digo Pi, Pili, Pilu, tené imaginación mujer.

─ Primero, me gusta tu nombre y segundo, Teo le decíamos a un caniche que tenía Agus cuando éramos chicas, Teodoro se llamaba.

─ ¿Y qué le pasó?

Hice una mueca ─ Mi tío lo atropelló con el auto.

─ Ah, bien.

Ni en la noche ni en la semana pasaron cosas más relevantes que la anécdota del difunto caniche de Agustina.

Mi rutina era la misma de siempre, con la diferencia de que había un morocho dando vueltas por ahí dándome besos y haciéndome poner nerviosa cada diez minutos.

Las noches de películas de terror y suspenso con helado se volvieron algo nuestro, los miércoles también fueron adoptados sólo para nosotros.

La última vez tuvimos una cena en el balcón de casa, cocinamos en base a recetas de YouTube.

Lie To Me ; Trueno [Terminada✔]Where stories live. Discover now