El placer del deseo.

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OCHO AÑOS ATRÁS…

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OCHO AÑOS ATRÁS…

Su corazón se aceleró tras abrir la puerta y encontrarla desnuda dentro del baño, y más aún, la manera en que con sus ojos recorrió la desnudez de Leila. Su cuerpo, apenas cubierto con el cabello que se deslizaba sobre sus hombros, era el que por largo tiempo, noche tras noche había rechazado. Quentin ya no sentía aquel amor que alguna vez lo hacía enloquecer por ella, la mujer al desnudo que tenía en frente ya no era la misma de la que un día se había enamorado perdidamente.

Y por mucho que Leila buscó con el correr de los años el mejorar las cosas entre ambos, sin siquiera entender los motivos por los cuales Quentin se había vuelto tan frío e indiferente hacia ella, no logró encender aquella casi extinta y agonizante llama de deseo entre ambos. Jamás había hecho algo así, pararse frente a él de esa manera y mucho menos el tocarse para así provocarlo. Tal vez por ello Quentin demostraba evidente sorpresa en su semblante, no contaba con aquella inesperada invitación por parte de Leila.

—Disculpa, pensé que no estabas en casa, solo volví por unos documentos que olvidé.

—¿Y los olvidaste aquí, —Leila plantaba su mirada sobre el pantalón de Quentin, mordiéndose el labio sensualmente— en el baño?

—¿Acaso no puedo pasar al baño? —Quentin omitía aquella mirada llena de deseo, intentando no caer en la tentación. Aunque sus ojos decían lo contrario— Si te incomoda puedo usar el baño de visitas.

—¿Y qué, —Leila cambiaba su postura corporal, dejando la invitación más clara— acaso no te gusta lo que ves, no lo deseas?

Sin emitir palabra alguna, Quentin dio paso atrás, y cerró la puerta, dejando a Leila con su desnudez dentro de aquel humedecido baño, en completa soledad. Su corazón en cosa de segundos bajó considerablemente sus pulsaciones, dejando en ella un halo de tristeza e incomprensión. ¿Cómo era posible que encontrándola así, envuelta con la vestidura de su suave piel, Quentin simplemente no le prestase atención?

Chocante para ella era el ver que no había modo alguno en que su esposo la mirase nuevamente con otros ojos, con los ojos del amor que ella tanto extrañaba y anhelaba su regreso. Volteó a mirarse al espejo, aferrándose con fuerza al borde del tocador, sintiéndose sucia, indigna. Sin embargo, el reflejo en el espejo le hacía ver otra cosa, un cuerpo envidiable y lleno de luz, deseable por cualquier hombre que la mirase con ese deseo carnal que tanto necesitaba.

Podía tener nuevamente en la cama a quien quisiera si se lo propusiera, más no a quien amaba. Sumida en sus pensamientos se encontraba frente al espejo, los que fueron interrumpidos por un Quentin que súbitamente reingresó al baño, cerrando a sus espaldas la puerta de éste. Su mirada no se despegaba de los ojos de Leila, quien tras sentir su ingreso, volteó exaltada a mirarlo, y lo que Quentin veía en aquellos ojos hacía que se excitara aún más.

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