Libertad.

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Ocho años atrás…

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Ocho años atrás…

Tras las frías palabras de Aníbal, Ernesto permaneció silente por unos minutos, preguntándose en su interior no solo los motivos que alentaban a su cliente para querer despedazar la vida de su hermano, sino también en los problemas y riesgos presentes en su carrera de abogado por haber tomado el caso en cuestión si las cosas no salían como esperaba.

Dentro del círculo de abogados, eran bien sabidas las influencias con las que éste contaba y lo corrupto que era, motivado principalmente por el dinero que podía obtener de sus defendidos, lo que le permitía no solo darse una vida de lujos, sino también mantener satisfecha económicamente tanto a su esposa, como a su amante. Pero este trabajo en particular, de resultar todo bien, le podría reportar el dinero suficiente como para comprar su divorcio, y como Aníbal lo había sugerido, comenzar una nueva vida con la mujer con la cual llevaba años engañando a su esposa.

Llevaba mucho tiempo buscando la manera de separarse de su esposa, y si este caso le daba aquella posibilidad de comprar su libertad, no perdería la oportunidad de conseguirlo. Luego de meditarlo por unos minutos, Ernesto se levantaba de su asiento y miraba de manera despectiva a su cliente. Ya no podía echar pie atrás en su defensa, por lo que no tenía otra alternativa que seguir adelante, quedando a merced de su cliente.

—Debo retirarme ya, —indicaba éste— moveré mis influencias para sacarte de aquí durante la tarde, una vez que estés fuera me explicarás paso a paso tus planes, hay muchas cosas en juego aquí y no pretendo resultar siendo el perdedor en esta historia, ¿te queda claro?

—Más claro imposible mi amigo, —le aseguraba éste sin pestañear— como te dije, sácame de aquí y tu mundo cambiará.

—¿Tenemos un trato entonces?

—Así es. Mi palabra vale.

—Nos vemos durante la tarde entonces, —le aseguraba Ernesto, extendiendo su mano para cerrar el trato entre ambos— soy hombre de palabra.

—Más te vale, —le advertía por su parte Aníbal— si para las seis de la tarde aún sigo aquí, olvídate de tu paga, olvídate del trato entre ambos, y lo peor, olvídate de tu nueva vida lejos de tu esposa.

—¿Me estás amenazando acaso?

—El dinero mueve montañas mi amigo. Es hora de que tu apestoso culo se mueva para obtener lo que tanto quieres.

Sintiéndose entre la espada y la pared, Ernesto no tuvo alternativa alguna que comenzar a mover sus influencias una vez que abandonó la habitación. Tenía el tiempo en contra, y mientras los minutos en el reloj avanzaban, más se arrepentía de haber cerrado aquel trato con Aníbal, pues al tomarlo, pensaba que sería solo un caso más, mover unas cuantas influencias, pagar un poco de dinero y fin del asunto.

Sin embargo, Aníbal lo tenía atrapado en su juego de venganza, por lo que no tenía opción alguna que seguirle el juego e intentar salir pronto del problema en el cual se había metido. Todo por culpa del vil dinero. Y para superar el primer impedimento que se le presentaba, debía conseguir dejar libre a su cliente a como dé lugar. Por otra parte, Quentin y Mateo se dirigían a la oficina de este último para afinar los detalles que conllevaban el traspaso de la que fue la empresa de Aníbal.

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