Cercanía lejana.

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Los bellos alazanes mantenían su andar firme, pero lento, dejando sentir el golpeteo de sus cascos en el suelo con cada paso que daban

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Los bellos alazanes mantenían su andar firme, pero lento, dejando sentir el golpeteo de sus cascos en el suelo con cada paso que daban. Se mostraban tranquilos y relajados durante el paseo, esto se notaba en especial en la postura de su cabeza y sus orejas hacia adelante. Temible de cuando en cuando volteaba la cabeza mientras caminaba, como si quisiera mirar a la pequeña Pandora, quien por su parte se mostraba relajada, moviéndose a la par del animal, con los hombros rectos y los talones hacia abajo en los estribos.

La pequeña llevaba la mirada fija hacia adelante entre las ojeras del caballo, y su rostro lo decía todo, ella estaba completamente feliz con la caminata, no solo por el hecho de estar junto a Beatriz y Leila aquella tibia tarde, sino por poder montar a Temible. Fueron precisamente su padre Facundo, en conjunto con Rigoberto, uno de los adiestradores de estos magníficos ejemplares, quienes se encargaron de enseñarle a montar a muy temprana edad, dado el amor que Pandora manifestó por estos animales.

Prácticamente era imposible lograr que la pequeña se despegara del joven alazán cada vez que iba a ver los entrenamientos. La química entre ellos era única y especial, por lo que inevitablemente llegaría el día en que Pandora por fin lo montara. Hacía muy poco tiempo, y luego de ver un programa en la televisión, la pequeña había manifestado su deseo de aprender el arte de la equitación, sin siquiera saber qué era aquello, pero si lo que vio en la televisión se traducía en poder montar un caballo, ella era feliz.

La cálida brisa de la tarde traía consigo una amalgama exquisita de aromas florales propios de la naturaleza en la cual se encontraban sumidas, entremezclándose entre sí conjuntamente con la tranquilidad del lugar. El sendero que seguían las llevaba directamente a un riachuelo donde acostumbraban a detenerse por unos minutos para disfrutar los sonidos que la naturaleza les ofrecía, una pausa perfecta para estirar un poco el cuerpo y de paso que los alazanes bebieran un poco de aquellas cristalinas aguas.

Unas rocas al borde de éste eran el asiento perfecto para disfrutar el momento. El sonido de aquellas aguas tranquilas y traslúcidas se mezclaba con el trinar de las pequeñas aves posadas entre las ramas de los árboles, quienes revoloteaban y cambiaban de una rama a otra como si les dieran la bienvenida al lugar. Aquel aroma a tierra mojada era abundante ahí, y en su conjunto con los diferentes sonidos y colores de aquella perfecta naturaleza, era para las mujeres una experiencia inolvidable, refrescante y relajante.

Era un soplo de vida y vitalidad para el alma el poder disfrutar aquello, un baño de belleza y vivos colores para la vista, el tener la posibilidad de degustar aquellos aromas, aquella tranquilidad que se respiraba lejos del frenesí de las grandes ciudades. Una caricia para el corazón de Leila en especial, quien no lo estaba pasando bien en su vida. Aquel paisaje que ante sus ojos tenía, le ayudaba a arrancar de la realidad por la cual atravesaba, y eso matizado con la incomparable compañía de Beatriz y en especial de Pandora, era algo que su corazón atormentado atesoraba en lo más profundo, haciéndola sentir en compañía y libertad.

Pandora (EN PAUSA)Where stories live. Discover now