Un regalo inesperado.

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Horas más tarde y muy entrada la noche, Armando arrivaba por fin a la hacienda, encontrándose a Beatriz y Leila en la sala, quienes platicaban aménamente un sinfín de cosas, siendo el eje principal el problema matrimonial por el que atravesaba est...

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Horas más tarde y muy entrada la noche, Armando arrivaba por fin a la hacienda, encontrándose a Beatriz y Leila en la sala, quienes platicaban aménamente un sinfín de cosas, siendo el eje principal el problema matrimonial por el que atravesaba esta última. Sin embargo, antes de éste ingresar a la sala, las mujeres habían cambiado el tema de conversación, centrándose en la llegada de la futura niña que el matrimonio pretendía adoptar.

Sería Leila la primera en verlo ingresar, lanzándose sobre sus brazos cual si fuese una niña en busca de refugio. Le tenía un cariño y respeto único, y a pesar de que compartían edades similares, ella lo miraba como si fuese un padre, siempre escuchando sus consejos y acatando las “órdenes” que en su minuto éste se veía obligado a darle.

Desde que Armando estaba junto a Beatriz, éste fue un pilar fundamental para ambas, Leila siempre se sintió apoyada y querida por su cuñado, a pesar de que en muchas ocasiones estos tuvieron sus diferencias, en especial con un evento vivido por Leila hace años atrás, así a pesar de aquel evento que hasta hoy éste no le perdonaba, Armando siempre le mostró su apoyo y le tendió la mano que necesitaba.

—¡Cuñadito lindo, tanto tiempo sin verte querido! —Leila se apresuraba en levantarse de su asiento apenas sus ojos lo vieron ingresar, lanzándose sobre su cuello para abrazarlo.

—¡Leila querida, como siempre es un gusto verte por aquí, no me esperaba esta sorpresa!

Armando correspondía tan fraternal abrazo, aunque un tanto incómodo, y no por la forma en que Leila lo abrazaba, sino por su estatura, 1.90mts de alto, grueso y de espalda ancha, con una singular barriga y una frondosa barba, en comparación a la anatomía de Leila, la escena era comparable a la de una gacela intetando abrazar a un oso.

—¡Cariño! ¿Pero porqué no avisaste unos minutos antes de llegar? Podría haber pedido que te calentaran algo de comer. —Beatriz se levantaba también de su asiento y se abalanzaba a los brazos de su amado luego del saludo de Leila, fundiéndose ambos en un apasionado beso.

—¡Pero por favor, guarden sus muestras de cariño para otra ocasión! —Exclamaba entre risas Leila, viendo la escena que frente a sus ojos se gestaba, mientras se cruzaba de brazos.

—¡Es que este hombre me vuelve loca hermanita, es mi osito de peluche! —Al decirlo, Beatriz le acariciaba la barba y le hacía cosquillas en la barriga.

—¿A ver cuñadita, no me digas que para variar tienes problemas con Quentin? —Armando clavaba su mirada sobre Leila al preguntar, y la reacción de ésta le daba la respuesta. Luego, y sin soltar de sus brazos a Beatriz, le respondía su pregunta— Descuida mi amor, es muy tarde ya para molestar a la servidumbre, merecen descansar. Yo no tengo problema en ir a la cocina por algo para comer, no se me caerá el apellido por ello.

—¿Acaso eres adivino cuñadito? —Leila tomaba asiento y se cruzaba de brazos, pues ya sabía que Armando algo le diría al respecto, y de seguro no le gustaría escucharlo, pues su cuñado no se andaba con rodeos a la hora de decir las cosas— Ojalá mi marido fuese así de autosuficiente como tú.

Pandora (EN PAUSA)Where stories live. Discover now