Un sueño hecho realidad.

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Aquel lunes por la mañana, antes de salir Beatriz llamaba a su hermana, con la esperanza de que volviese pronto en compañía de sus sobrinos

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Aquel lunes por la mañana, antes de salir Beatriz llamaba a su hermana, con la esperanza de que volviese pronto en compañía de sus sobrinos. Días después del incidente en las caballerizas, Leila había vuelto a la capital para intentar convencer a sus hijos de ir aunque fuese un fin de semana a la hacienda Casablanca para que éstos conocieran a su prima. Sin embargo aún no lograba persuadirlos de acompañarla, no obstante seguía intentándolo.

Tras oír aquello Beatriz se quedó un tanto triste, pues llevaba años sin verlos, y qué mejor oportunidad para el reencuentro que precisamente la llegada de una nueva integrante a la familia. Antes de salir rumbo al orfanato, Armando debía reunirse con Facundo para realizar una pequeña reunión entre ambos, pues había tareas que debían aclarar, entre las cuales destacaba el preparar a los primeros alazanes que serían vendidos, ya que Armando pronto tendría que volver a viajar al extranjero justamente por este motivo.

Finalizada la reunión, la pareja por fin comenzaba aquel viaje con un poco de miedo en sus corazones, pero sabiendo que no solo sus vidas a contar de ese día cambiarían, también sabiendo que en sus manos tenían la posibilidad de cambiarle la vida a una pequeña que solo conocía sufrimiento. Por otra parte, Gabriela afinaba los últimos detalles en la habitación que ocuparía la futura hija de los patrones, para que se sintiera a gusto en ella. También se mostraba ansiosa con su llegada, pero más que nada un tanto intranquila por Pandora.

Si bien la pequeña llevaba días mostrando interés en conocer a la nueva integrante de la familia Casablanca, incluso haciendo mención en más de una ocasión sobre mostrarle a Temible, todavía quedaba ver qué tan bien se llevarían ambas. Pensaba que los primeros minutos que compartieran marcaría el futuro que las pequeñas tendrían en conjunto. Iban a dar las dos de la tarde y como de costumbre, por aquel camino pedregoso y polvoriento aparecía el bus escolar, deteniendo su andar justo frente al antiguo paradero de piedras cortadas, madera y tejas onduladas.

Y como era de esperar, segundos después se escuchaban en la reja los gritos de la pequeña Pandora, dando aviso a los custodios de su llegada. Aquel día nuevamente se encontraba con José y Alberto, a quienes ya había visto durante la mañana, siendo éste último quien se acercaba a la reja para abrir la puerta para dejarla entrar, y ésta sin perder tiempo alguno comenzaba a interrogarlo.

—¿Ya llegaron, ya llegaron? —Preguntaba extasiada la pequeña, jalándolo por la camisa.

—Hola pequeña, ¿olvidaste tus modales en el bus escolar acaso? —Preguntaba sin embargo éste.

—¡Hay Beto, —exclamaba Pandora, poniendo sus manos en su cintura mientras le dibujaba morisquetas con su rostro— pero si ya te saludé en la mañana! Te estás poniendo viejito parece, se te olvidan las cosas a cada rato. ¿Dónde está Pepe?

—Comiendo adentro, —respondía éste, revolviéndole el cabello— ¿vas a comer con nosotros hoy, o estás muy apurada?

—Depende, ¿qué me tienes de rico para comer? —Le preguntaba la pequeña, cerrándole un ojo al tiempo que le regalaba una sonrisa.

Pandora (EN PAUSA)Where stories live. Discover now