Capítulo 18

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Dalai no fue tan fácil como pensaba.

Él era el jodido rey,

y no importaba cuan

fuerte fuera ahora,

jamás sería igual a él.

Cuando el hielo cruzó, la grieta desapareció. Sin darle importancia, siguió camino, esperando encontrarse por fin con su hermano cara a cara, nuevamente. Está vez no será tan fácil de vencer. Su poder había crecido con creces y más poder de lo que sus venas podrían soportar llevaban.

Cerca de ahí, Dalai esperaba con paciencia. Los ojos cerrados y las manos descansando en el mango de la espada clavada en la tierra. Estaba en paz luego de descubrir el secreto que su hermana le había ocultado.

En caso de morir, Inna había creado corrientes especiales para transmitir y resguardar secretos a las espaldas de sus hermanos. Había uno en especial que terminó de destruir al mayor. por un instante se sintió traicionado por su hermana. Dalai desconocía que ella sabía la verdad tras la muerte de su esposa.

Si llegas a escuchar esto, hermano mío. Es porque he muerto. No me juzgues por aún tener esperanzas y esconderte tal crimen. Me duele, tener que verte a la cara y saber que no podré decírtelo —la voz que hablaba era lo último que quedaba de ella, siendo la última vez que escucharía hablar a su única hermana—. La bestia que tomó la vida de Amelia y del recién nacido no fue algo al azar. No fue una bestia que despertó por hambre y fue tras lo primero que encontró. No. Fue un plan de Dylan para matarte a ti. El ingenuo nunca pensó que aquel niño que llevaba tu sangre confundiría a la bestia, que iría tras él para tragárselo. ¿Cómo iba a saberlo? Creo que ni siquiera sabía que Amelia estaba embarazada en ese entonces —una risa solloza escapó de ella y Dalai había contenido el llanto atroz que en su pecho se atascó—. Perdoname, hermano mayor. Perdona a esta tonta que cree que su familia aún puede redimirse.

La voz de Inna fue perdiendo fuerza, hasta detenerse. Él había caído de rodillas mientras lloraba, incapaz de tolerar que todo aquello tenía un culpable y que era su hermano. La corriente con el secreto había sido creada hacía años, seguramente antes de que las esperanzas de Inna en Dylan se rompieran definitivamente con la disputa que más tarde llegaría.

Ahora sólo aguardaba a que el asesino apareciera para cortar su cabeza. Tamborileaba los dedos sobre la espada con impaciencia, negándose a ir a su encuentro.

Era su reino congelado, si lo quería, tendría que venir a él.

El frío de sus aguas calaría en los huesos de su hermano y debilitaron su fuerza. En cuanto a él, ese frío lo fortalecería porque ya era parte suya.

Con su pueblo asegurado, lejos de la batalla, no se preocupaba al temor que antes le hubiera azotado al pensar en desatar su poder por completo y hacer estremecer las placas. Pequeños hilos de hielo se formaban a su alrededor, danzando silenciosamente, listos para clavarse en los ojos de alguien. En una clara señal de que su poder estaba perdiendo el control.

El ruido de pisadas acercándose le hizo abrir los ojos nuevamente. El iris celeste se posó en la figura que comenzaba a emerger en el horizonte, con su gran creación detrás.

Espero que la distancia fuese menor cuando con voz vacía pronunció el nombre del culpable de arruinar su existencia.

—Al fin vuelvo a verte, Dalai —esa sonrisa que usaba de escudo comenzaba a irritar los nervios del mayor.

Ladeó la cabeza y lo examinó, buscando las debilidades que ya conocía a la perfección.

—Y gracias a los dioses, la última.

Hijos del marWhere stories live. Discover now