Capítulo 2

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Cuando llegué a la sala del trono, todos se callaron. Sus bocas filosas se cerraron de golpe. Disfrute el sonido de sus cuerpos temblando ante mi presencia.

—¿Qué pasa? ¿Se les acabó la fiesta, pequeñas escorias? —me burlé de ellos. Clave mis ojos en el idiota que había puesto a coordinar en mi ausencia—. Lárgate —ladre.

El tonto salió corriendo de al lado de mi puesto. Mi glorioso trono de coral muerto me esperaba. Podía sentir su fuerza jalarme hacia él. Una vez me senté en él, su fuerza y la mía se unieron, recargando la energía vital de todos los seres en la sala. Lentamente la vitalidad se extendió por el trono, adquiriendo un hermoso color rojo, tan parecido a como imaginaba que sería el color de la sangre derramada de mis hermanos. Las sirenas y tritones cantaron una suave melodía cuando la energía les llegó, los peces retomaron sus colores de formas más vividas, mis soldados se fortalecieron, las bestias que dormían en mis aguas más fuertes se volvieron.

—Lamento mi larga ausencia, mis súbditos, pero su gobernante ya está de vuelta, y con una noticia que los entusiasmara a todos —mis palabras causaron vítoreos y aullidos de anticipación.

La emoción recorrió el salón, llenando de ruido y vida el lugar mientras sentía como gracias al trono todo aquello que había muerto durante los meses en los que evite a mi pueblo públicamente revive con mi esencia.

Para el mundo era un tirano, un monstruo y asesino. Era todo eso y más. Mi pueblo lo sabía y eran igual de crueles que yo. las sirenas que habían huido de los dominios depravados de Kenn cantaban alegres, listas para traicionar a sus hermanas y matar al amo que solo las lucía como bellos trofeos.

Ellos ansiaban una guerra que yo había prometido hacía tiempo.

Se las daría. porque yo también la ansiaba. la adrenalina que esta anticipación crearía lograr distraer sus minúsculas y manipulables mentes.

Al fin conseguí algo nuevo con lo que entretener a mi gente además de las matanzas a las poblaciones humanas de Krea.

—Una vez les prometí una gran guerra. Una masacre con el resto de los océanos, es por esa razón que nos hemos esforzado tanto en crecer y volvernos fuertes en secretos.

Sus voces se hicieron más fuertes, el temor por el tirano que era, desapareciendo ante la ilusión de mis palabras, las promesas no pronunciadas aún.

Mi propia voz se alzó sobre las suyas, dejándome llevar por la emoción.

—Hoy mi esposa, su reina, me ha dado una noticia que tanto hemos esperado.

En el fondo del salón del trono apareció la bruja, con una sonrisa arrogante de dientes brillantes. A la luz del día, su brillo de estrellas disminuye pero no era lo suficiente para opacar su belleza esquelética. Las sirenas, tritones, mestizos, soldados, sirvientes y más no la notaron, tan metidos en su euforia que su presencia pasó desapercibida, sin notar a la mujer que había sido la razón de nuestros avances.

La ira en mi, tan contenida, estaba a semanas de explotar en un campo de batalla. Tanta rabia guardada, tanta envidia al fin podría ser liberada.

Apreté mis garras en los brazos del trono, el coral crujiente se rompió un poco ante la presión.

—La guerra se aproxima. Las corrientes llevan la noticia. Preparen a los ejércitos. Que las sal les queme la piel. Pronto, mis súbditos, pronto tendremos lo que tanto hemos esperado.

—¡Pronto! —Un mismo grito salió de todos los que estaban presentes.

—Con la llegada de la próxima luna llena, las aguas se teñirán de rojo, las bestias se levantarán. Mataremos y robaremos aquello que siempre hemos merecido.

La bruja se adentro en la multitud. Todos los ojos se posaron en ella, su cabello largo y rojo como el fuego se movía alrededor de su rostro, el agua entregando cierta movilidad majestuosa que en la oscuridad de su cueva era imposible de admirar. Su aleja se había dividido, un largo vestido con polvo de perlas blancas cubría sus pechos, el tajo que caía desde su cadera me dejaba vislumbrar la sedosa piel de su pierna.

Era la muerte en vida. La bruja del mar. La bruja que tenía bajo mi poder.

Casados. Me había atado a ella y ella se ató a mí. Éramos uno. Uno para gobernar, para utilizar, para matar.

—Mis relojes se han alineado, es el momento perfecto para alterar las líneas que rigen nuestro mundo —con cada paso se acercaba más a mi—. Haremos historia, no —hizo una pausa posicionándose frente a mí, la miré de arriba a abajo, dejándola hablar y hacer su espectáculo que tanto amaba crear. Se volteó a la multitud, y con vehemencia exclamó—, cambiaremos la historia.

Alzó la barbilla inclinándose, levemente, sobre su hombro para poder mirarme.

Sonreí.

Podía odiarla, y a la vez, amarla. Mujer odiosa, rencorosa, poderosa. Mi mujer. Mía. Me pertenecía al final.

—Ven aquí —susurre con voz ronca solo para ella. Palmeo mis muslos para que se siente. Muy obedientemente ella lo hace. Se deslizó en mi regazo con elegancia, ignorando la torpeza de sus piernas humanas. Aparte el cabello de su cuello para depositar un beso en su piel tersa. Llevo mis labios a su oído y en otro susurro ronco la felicito—. Sigue así, bruja, y quizás te recompense más tarde.

La bruja no respondió sino que enderezó su espalda descubierta, permitiendo que pasara mis dedos por su piel. Su voz cantarina siguió hablándole a mis súbditos, llenando sus mentes de la victoria que se acercaba.

—Escuchen sus palabras, mis súbditos fieles, que en ella radica una magia ancestral que ninguno de mis hermanos lograra tocar. Gracias a nuestra reina, una guerra se ganara y nos haremos del océano —sonreí y me levante del trono, tomando por sorpresa a la bruja que aún se aferró a mi, la mantuve en brazos, sus pies torpes sin tocar el suelo, la miré, como hacía mucho no hacía y sin romper el contacto visual le grite a mi gente—. Quién sabe, quizás en un futuro nos hagamos de la superficie también. ampliaremos nuestro reinado del terror a cada ser viviente. Seremos indestructibles. juntos.

La sonrisa que formó fue la que me enamoró, eran momentos como este, en la que la tenia en mis brazos que recordaba el porqué había caído en su encanto y el porqué la mantenía realmente a mi lado.

—A mis aposentos. Ahora —murmuré solamente para los dos.

Pronto, pronto, pronto.

Hijos del marWhere stories live. Discover now