El Paciente De La Celda

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Siete treinta del la mañana siguiente, mi jornada laboral ya había terminado, regresé a mi casa, pero no me podía sacar de la cabeza que aquel muchacho que estaba en aquella habitación bajo tierra por su alto nivel de peligrosidad no tuviera nada escrito en su expediente médico. Llegué a casa, tomé un baño y me preparé una taza de té caliente. Estaba extremadamente cansada así que me quedé dormida en mi sillón. Al día siguiente cuando llegué al hospital fui al vestuario de las enfermeras a dejar mis cosas. Tomé los medicamentos de cada uno de mis pacientes y empecé a dárselos, primero fue Álvaro, llegué a su habitación, abrí la puerta y el estaba acostado en la cama pero despierto, cuando me vió se sentó en la cama y con una agradable voz me dijo:

- ¿Tu también me pegarás?

- No, para nada, solo vengo a darte tus medicamentos y a curar esas heridas.

Tomé sus pastillas y las puse en su boca y se las tragó.

- Eso es , buen chico

Tomé del carrito donde traía los medicamentos un paño blanco, lo mojé en un pequeño balde de agua caliente que estaba fijado en el carrito. Me senté a su lado, tomé su cara por sus mandíbula suavemente y empecé a limpiar la herida de su rostro. El chico temblaba de miedo, volví a mojar el paño, lo escurrí un poco y tomé con mis manos sus manos heridas y con delicadeza comencé a limpiar sus heridas, el se quejaba un poco del dolor.

- Me duele, me duele

Me decía con lágrimas cayendo por su rostro.

- Tranquilo, ya casi acabo.

Tomé una venda y tapé sus heridas con ella. Me puse de pie, y me marché de esa habitación hacia la de la señora Estela. Cuando llegué ahí estaba aquella señora sentada en un asiento frente a la ventana, acariciando el cabello de la muñeca de trapo mientras le decía.

- No te preocupes, ahora las dos somos lindas y eso ningún hombre lo podrá negar.

Me acerqué a ella por su espalda y le dije.

- Señora Estela, le traje su medicación, debe tómarsela.

Ella se volteó hacia mí y extendió su mano derecha, mientras que con la izquierda sostenía la muñeca. Ella tomó sus pastillas y se las echó en la boca.

- Haber, abra la boca

Ella abrió su boca en cuanto se lo pedí. Y ya había tragado su medicamento.

- Eso, muy bien.

Me di la vuelta para salir de la habitación y ella tocó mi hombro.

- ¿Y las de Lola?

- No, a ella no les tocan ahora.

Le dije un poco asustada, ella en realidad creía que esa muñeca era una persona. Salí de la habitación y mientras caminaba hasta el final del pasillo, donde estaban las escaleras que conducían a la habitación de aquel chico aterrador, mis manos empezaron a sudar frío. Cuando llegué que abría las gran puerta de hierro, ahí estaba él en el mismo sitio de ayer.

-
Edward , aquí tienes tus medicamentos

Le decía aterrorizada de miedo. El se levantó y se acercó moviendo su cabeza con gestos raros.

- Eres muy linda

- Gracias, por favor toma tus pastillas, tengo más cosas que hacer.

- Las voces me dicen que no eres igual a las demás enfermeras, dicen que eres buena.

Me decía mientras seguía haciendo gestos raros con su cabeza y manos. El finalmente extendió su mano y se tragó sus pastillas.

- Muy bien, eso es, ahora debo irme.

Demonios MentalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora