Capítulo 08

97 21 0
                                    

Fenrir

—Mi cachorra está perdiendo el control... —suspiré divertido al sentirla inquieta, observando, desde la torre, cómo las tiendas de campaña han perturbado las vistas verdes del paraíso que antiguamente eran mis jardines—. Su alma aventurera me produce curiosidad, ¿a ti no, Indus? —cuestioné, volteando ligeramente para encontrármelo haciendo garabatos en su libreta.

Sus ojos celestes me contemplaron con curiosidad una vez subió la vista al frente, aun así, volvió hacia el papel antes de fruncir el ceño con notoriedad y seguir dibujando.

A cambio, sonreí restándole importancia seguido de observar a las pequeñas «hormigas» que pasean por mi castillo.

—Su aroma... —musitó, por lo que lo observé de soslayo— ¿no es demasiado fuerte? —dudó, pero se percató de ello y no hizo falta una respuesta para afirmarlo.

—Su sangre es... extraordinaria —confesé satisfecho, cubriéndome la nariz al recordar cuando dejé una marca en su cuello para apaciguar el aroma de la Dinastia Evangelou en ella. Es un caso aislado, pero no deja de ser llamativo—. Eso es peligroso —confesé con malicia, saboreando el recuerdo de su sabor.

—Es una posibilidad, ¿verdad? —preguntó abatido, perdiendo la compostura al enseñarme su emoción en su mirada singular—. ¿Una Luna? —cuestionó con ilusión.

"No, ella está lejos de serlo."

Pensé.

Mis puños temblaron, recordando lo que ocurrió aquella vez en donde mi fortaleza se derribó.

Relamí mis labios.

—No —murmuré, fingiendo bienestar ante mi subordinado—. Llama a Fornax, Indus —demandé con potencia, exaltando su tranquilidad—. Tráiganmela —musité en un tono tenue, pero antes de verlo partir lo detuve. Es así como Indus me observó con sorpresa, la cual lo dijo todo— y también tráiganlo a él.

Sin embargo, el tiempo nunca estuvo de mi lado, la presencia de Indus a un lado de Fornax respondió mis dudas con respecto a esa cachorra descarrilada que desea hacer lo que se le plazca. Es más, ambas miradas evadieron hacer contacto visual conmigo cuando ingresaron a mi habitación, por lo que supuse que algo le había sucedido.

No me sorprendí, de hecho, me puse de pie tranquilamente, prendiéndome algunos botones de la gabardina, para retirarme de mis aposentos.

Suspiré.

No debo poner mis esperanzas en cachorros que en cualquier momento pueden perder la vida, porque ellos no son eternos y eso me genera aburrimiento. La simple idea de seguir repitiendo aquel ciclo me produce inquietud, pero me acostumbre a la pérdida y, por esa razón, ya no me duele cuando pequeñas manos dejan de sostener las mías.
La angustia, como si fuera una daga incrustada en mi corazón, ha desaparecido. Ella no está ahí para seguir atormentándome la existencia, porque lo sé manejar.
Sin embargo, no pretendo negarlo, yo sé que en alguna parte sigue estando aquella llama que no tiene intenciones de extinguirse y tarde o temprano voy a hacerme con la suerte que me han arrebatado.

"¿Es necesario que vuelva luego de haber pasado tanto tiempo aislado?"

(...)

Alfa & Beta: pasión desbordada © BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora