Capítulo 15

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Narrador omnisciente

Los ojos azules de la mujer observan el exterior nevado de la entrada de la cueva.

A unas pocas horas del amanecer aún no puede creer que no sólo salvó de la muerte a un mago, también se enteró en ese preciso instante que su alma gemela pertenece al bando contrario. Él es un sujeto peligroso. Lo sabe a la perfección porque su manada ha estado tratando de rastrear a un mago genuino de la Dinastía Evangelou y eso la etiqueta como una traidora.

"Ellos van a matarnos, Mizar."

«No teníamos otra opción, ¿en serio ibas a dejar morir a nuestro mate?»

"¡No digas eso! Pero tengo que pensar en mis seres queridos, en la manada y lo qué podrían causan mis acciones. Entiéndeme."

Se llevó una mano hacia el entrecejo, cerrando los ojos mientras medita sus acciones temerarias que van en contra de todo lo que ha defendido durante su vida. No obstante, no había otra salida y si la había ya es tarde para pensar en ella.

Cayena relamió sus labios secos por el invierno, tratando de ser clara con lo que trata de formular en su mente. Sin embargo, en la soledad de aquella cueva escalofriante, trata de no desvanecerse por lo que conlleva arriesgar su vida por el enemigo.

"¡Él es mi alma gemela!"

Pensó entristecida, reclamandose a sí misma por el hecho de haberlo encontrado porque ya no hay vuelta atrás.
Asimismo, ni siquiera su padre sería capaz de aceptar a un mago, va en contra de todo lo que han vivido. Ni siquiera habría misericordia por estar tratándose de su alma gemela porque es un asesino que mató a sus colegas, por eso él es tan buscado.

"¿Por qué lo hiciste? No fuiste entrenada para esto Cayena."

Se replicó, tocando su sien debido a los dolores de cabeza que están atacandola desde la noche.

—¿Qué debo hacer, Luna? —suspiró esperanzada, viendo cómo su diosa se oculta en el horizonte—. Necesito pensar.

Bajó los hombros resignada, dándose la vuelta para adentrarse a la cueva en donde decidió ocultar al mago herido.

Se alejó lo suficiente para que la manada no sea capaz de encontrarlos. Y su única seguridad es que están a unos pasos del territorio del alquimista, pero no se atrevió a cruzar la frontera porque sería un suicidio. Incluso si los demás saben que ella salvó a uno de los suyos, qué seguiría después, ¿regresar a su manada sin que los demás sepan la verdad? ¡Absurdo!

Al ver la espalda descubierta del mago puede asumir que él es un guerrero que ha peleado de frente, incluso en las peores circunstancias recibió ataques de frente.

—El vínculo que tenemos es más fuerte que mi lealtad hacia la manada, ¿comprendes? —cuestionó, cruzandose de brazos viendo su espalda desnuda—. No voy a matarte, porque a pesar de ser mi enemigo también eres mi prioridad, mago.

El fuego de la fogata se avivó y sin que Cayena lo notará una sonrisa filosa decoró las facciones de Draco, quien sintió una cálidez extraordinarias por sus palabras.

Un calor que jamás sintió por más primogénito del fuego que fuera.

—Eres apasionadamente peligrosa —confesó con deleite, girandose a pesar del dolor y contemplar el fuego en la mirada zafiro de una mujer que jamás había visto antes—. Una flor preciosa que es impulsada por la pasión de encontrar el amor a primera vista —suspiró, dándose cuenta que a pesar de ser un mago su vínculo también lo afectaba.

"Tú eres la magia que siempre estuve esperando."

El fuego que recorre cada parte de su cuerpo se siente con más precisión, incluso viéndola a los ojos puede comprender que ella es capaz de modificar la ímpetu de su magia.

—No quiero que estés atado a mí —susurró, en un hilo de voz.

—Eso no lo decidís tú —respondió, sintiéndose herido por alguna razón al verla bajar la mirada. Haciéndose presión en el estomago debido a las heridas recien tratadas—. A mí no me hace feliz saber que la mujer que debería tener a mi lado está prohibida, ¿acaso piensas que un emperador puede gobernar sin su emperatriz? —declaró molesto, dándose cuenta que su cabeza empezaba a doler.

A cambio, Cayena solo sintió más terror por la confesión del contrario.

"No puede ser."

—Eres una licántropo... a juzgar por las características de la loba en la que te convertiste debes provenir de una familia de alfas o betas —concluyó, poniendose de pie con mucho esfuerzo, gimiendo de dolor gracias a los movimientos—. Y yo soy un mago primogénito del fuego de la Dinastía Evangelou, futuro emperador, y llámame amante si deseas proteger a la manada.

Se aferró al brazo contrario con seguridad, sintiéndose abrumado pero justo cuando comprende que la culpa no es de ninguno de los dos por nacer en estas circunstancias.

—Aún no poseo el poder político necesario para establecer la paz con los licántropos. Mi imperio también está en guerra pero cuando tenga lo tenga en mis manos voy a llevarte y hacerte mi emperatriz porque el destino así lo quiso —anunció con potencia, asumiendo la responsabilidad que la vida puso en sus hombros no sólo para proteger a los suyos, sino a la mujer que tiene enfrente.

"Voy a protegerte, incluso si no soy capaz de quedarme a tu lado."

—Eso solo complica las cosas —respondió, sintiendo su agarre en ambos brazos—. No hay nación en la tierra que no se encuentre en revolución, porque todos buscan el poder para gobernar sobre otros —hizo una pausa, evitando su mirada grisácea al sentirse sofocada—. Mi rey hace mucho tiempo le declaró la guerra a la Dinastía Evangelou, ¡no puedo borrar el pasado de mi especie como si no existiera! —estalló rabiosa, enojandose por todo lo que tenía que cargar—. ¡Nací para luchar!

—Sí me lo permites, me comprometo a enseñarte más que eso.

El calor de sentir los brazos contrarios rodear su cuerpo fue lo que hizo que cambiara de opinión. El amor en aquel gesto genuino es lo que llenó su corazón cuando creía que iba a desmayarse.
Los brazos de Draco fueron su refugio en más de una ocasión porque fue conocedora del amor y eso la hizo cambiar de piez a cabeza. Sin embargo, aquel encuentro casual estaría destinado a terminar de la misma manera y no fue capaz de soportarlo porque pudo sentir que su cuerpo no iba a soportar la pérdida.

El hombre que jamás había recibido un ataque por la espalda, estaba de pie enfrente de ella orgulloso de haber llegado a su objetivo. El vestuario de emperador le sentaba más que espectacular y su plan se iba a llevar acabo a la perfección, la paz estaba a unos pasos al igual que la felicidad de estar al lado del hombre que la hizo su mujer.
No obstante, por protegerla él terminó muriendo.

—¡Draco! —gritó con todas sus fuerzas, viéndolo de pie mientras la sangre caía por su boca.

En esos momentos, él tenía una lanza atravesando su corazón. Y fueron segundos en donde todos aquellos momentos en donde se sentía amada y protegida cobraban vida y pasaban a ser simplemente recuerdos.

El momento parecía irreal por lo que sólo pudo quedarse de pie observándolo atónita.

Los soldados del emperador los rodearon para tratar de protegerlos, pero en medio del shock solo atinó a sentir sus manos arroparle las mejillas repleta de lágrimas.

—Te amo, Cayena.

El dragón que había surcado los cielos para traerle paz a un imperio en guerra desaparecía. Y en el abismo de sentimientos desgarradores, él nacía en el alma del único amor que había avivado la llama de su corazón.

Alfa & Beta: pasión desbordada © BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora