Capítulo 10

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Cayena

Él se irgue en el lugar, poniendo las manos en las rodillas para ponerse de pie mientras observa mi apariencia moribunda.

—Me había olvidado por completo —tararea.

A cambio, hago una mueca por su repentino cambio de humor.

—Carecías de fuerzas, por esa misma razón decidí morderte para facilitar tú recuperación. Quiero decir, también eres mí responsabilidad como futura Beta de la manada, ya que voy a instruirte.

Mis ojos se abren de par en par debido a la sorpresa inesperada que me llevé al oírlo hablar, viendo su imponente estatura al contemplarle la espalda.

"¿He oído bien?"

Mis ojos se iluminan.

"Acabo de ser reconocida."

En la manada, mi padre como Beta, tenía la jurisdicción de manipular ciertos sectores de las tierras de los inmensos territorios del reino, en pocas palabras, cumplía un rol similar al de un Alfa. Esto ocurre desde hace mucho tiempo en la región, ya que nuestro Alfa se encerró en el castillo para nunca más volver a salir y nadie, hasta la fecha, sabe las razones de ese extraño confinamiento.

Él rara vez salía, por lo que el Concejo tomó la decisión de hacer el nombramiento a licántropos lo suficientemente capacitados para liderar, seres carismáticos y dotados de habilidades, quienes destacan en las diferentes ciudades por sus facultades. Éstos provienen de un linaje excepcional, podríamos equipararlos a los licántropos de la realeza, a diferencia que estos Betas poseen la naturaleza de ser los más fuertes sin poseer riquezas.

Es por ello que mi felicidad radica en ser la única en haber sido, luego de años, reconocida por nuestro Alfa como su Beta.

—¡Te has convertido en una subordinada! —chilla con una emoción fingida seguido de ensombrecerse, viéndome con una sonrisa radiante en el rostro—. Levántate —hizo un ademán, por lo que seguí su orden con rapidez—. Deseo que me pongas al día respecto a la guerra territorial que se está llevando en mis territorios. Es hora de poner orden y mi cachorra va a ayudarme. Espero no estar equivocándome contigo, cachorra —musita con severidad.

(...)

1 semana después

"No estoy bien."

Mi amigo se acuclilla a la altura de mi sobrina para abrazarla en medio de un llanto que no deseo detener. Ella necesita desahogarse. Es por ello que mientras mantenía sus brazos rodeándome la pierna, yo acariciaba cuidadosamente su cabeza hasta la llegada de Caesar al funeral de mi viejo, mi padre y mi gran consejero.

—Déjame abrazarte —suplica Caesar, levantándose con Amarilis en brazos—. Yo también... voy a extrañar a Beta... —balbucea entristecido con la mirada cristalizada, por lo que no me reprimí.

Me aferro a él con fuerza, sintiendo sus cuerpos temblar por los sollozos que están liberando y, honestamente, me encantaría acompañarlos en dicho sufrimiento. Pero yo también deseo ser fuerte porqué debo estar para ellos.

—Ellos están felices a un lado de Luna —murmuré en un hilo de voz, cerrando los ojos con fuerza para no romperme al recordar a mi mamá, papá y hermana mayor.

"Al fin podrán estar juntos, mamá."

Sollozo.

Mi voz se quiebra al intentar balbucear palabras al pretender fortaleza, sin embargo, no puedo ir en contra de mis emociones. Ellas siguen doblegándome ante la realidad. El nudo que retengo en la garganta sigue ahogándome desde que coloqué una bella flor en su ataúd mientras me aferraba como podía a la pequeña mano de mi sobrina.

La pérdida se convirtió en costumbre y, por alguna razón, me molesta naturalizarla mientras mi alrededor se está destruyendo poco a poco.

—Él se encuentra en un lugar mejor —afirmé con dolencia, liberando unas cuantas lágrimas al ser consolada por Caesar.

(...)

—Te vamos a extrañar.

Sé perfectamente que él ya no puede oírme con claridad, pero encontrar consulto enfrente de su tumba quizá me dé esperanzas o una razón de ser, la misma que estuve buscando luego de la muerte de mi alma gemela.

—Sé que vivimos constantemente en guerra, pero cada vez es más difícil seguir adelante —conteste al viento, recordando su dulce sonrisa al darme confort en medio de esta caótica situación—. Cuídalos, m-mi amor... —mis ojos se llenan de lágrimas, de mi garganta se apodera un nudo atroz que me prohíbe hablar y me obliga hacer una pausa—. Ayúdame a poder seguir, porqué me siento incapaz.

Me aferré a mis rodillas flexionadas en el suelo, rasguñándome a través de la tela que las cubre para tratar de canalizar la ansiedad que está ahogándome.

—He seguido por proteger nuestro amor —gemí adolorida en medio de un llanto cargado de dolor—, pero me siento cansada de pelear —confesé siendo honesta, viendo borroso debido a las lágrimas que se han acumulado en mi mirada.

La guerra por el poder solo destruirá a seres inocentes. Sin embargo, qué podemos hacer, no puedo detenerla porqué debo proteger a los que han puesto su fe sobre mis hombros. Me cubrí la boca para no vomitar, ya que me siento confundida. Ya sea un deseo detenerme no voy a poder hacerlo, porque hay vidas de este lado que necesitan ser protegidas y a su vez también está el otro bando que está siendo obligado a pelear.

«Cálmate, Cayena. No sigas lastimándote, te lo suplico»

—Es fácil perderse en el caos y es mucho más fácil perder la cabeza ante las memorias que siguen quemando el alma, pero comprende que nadie más que tú puede saber la razón por la que estás aquí y sigues adelante —murmura a mis espaldas.

Siendo palabras alentadoras porque percibo que no poseen arrogancia o emociones fingidas, no me sorprendo ante su inesperada aparición ante mi.

—No pierdas fuerza —musita con potencia, posando la mano en mi hombro para estrujarlo—. No mueras en vano, cachorra mía —susurra con melancolía, haciéndome voltear pese a ser un mar de lágrimas.

Con la mirada cristalizada no puedo verlo claramente, pero a través de ellas soy capaz de contemplar borrosamente aquella expresión de consuelo que apacigua el torbellino de emociones que se desató en mi interior.

En el bullicio de mi alma alcancé a divisar un rayo de luz, el cual me dio esperanzas para seguir y en el momento que la comisura de mis labios se curva con adoración me percato de la presencia de una mano que necesitaba desde un principio para afrontar los hechos.

—Padre está aquí para proteger a sus cachorros —afirma siendo imponente y, aún estando de rodillas, lo observo atentamente por ello.

"Tienes razón, Mizar."

Llevo, sintiéndome confiada, la mano hacia la suya, la cual se encuentra en mi hombro, para sentir la calidez que me trasmite a través de sus palabras de aliento.

Y en pensamientos concluí que la presencia de un Alfa en la manada es necesaria, porque sin un líder nosotros estaríamos perdidos y no habría forma de ganar una batalla aún siendo los mejores en cuestión de habilidades y recursos.

«La oleada final se acerca, Cayena»

"Lo sé, Mizar."

Alfa & Beta: pasión desbordada © BORRADORWhere stories live. Discover now