Capítulo 10

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Capítulo 10.

Mi corazón latía de una forma desembocada que tenía miedo de que él lo sintiera también. Su cuerpo irradiaba un calor anormal pero excitante que no tardó en pegarse al mío al instante. 

Sus dedos enredados en mi cabello, besándome todo el rostro y yo lo imitaba, tratando de satisfacer la  sed del otro. Era un momento que deseaba que durara para siempre. Sus labios me estaban lanzando a un trance del que seguro no saldría nunca mientras la música era lejana pero fiel compañera.

Mi vista se nubló, sólo me dejaba llevar por los sentidos. Cuando me di cuenta, me había llevado a su habitación y lanzada cuidadosamente sobre su cama de finas sabanas que no tardaron en erizarme la piel.

Lo vi, al pie de la cama, desabrochando su camisa de una forma eterna. Cada segundo era una eternidad, lo único que deseaba era tenerlo dentro mío. Entonces, ante mi quedó aquel vientre y pecho inflado salpicado de pecas. Un verdadero hombre ante mis ojos, y bendecida por tener el deber de complacerlo. 

Complacer a Max era uno de mis grandes deseos ocultos. Dios, que sexy era.

—¿Ansiosa, Gray? —me preguntó en un susurro, sin despegar sus ojos caramelo de mí.

Abrí mis piernas de par en par, dispuesto a recibir lo que sea de él.

—No lo dude, sugar —musité, con una ceja arqueada y con una media sonrisa en mis labios.

Una sonrisa traviesa floreció de los suyos, que no tardó en morder para ocultarla.

—Eres jodidamente preciosa, Ada. Desee hacer esto todo el día. Aquí termina mi delicadeza contigo.

Entonces sus labios fueron directo hacia mis partes íntimas, sin más rodeo. Max tomó con sus fuertes manos mis pechos, que no tardó en acunarlas con ellas y apretarlos. Gemí. 

Pasaba su lengua sobre mi braga, haciendo que el contacto entre la tela y ella fuera un verdadero espectáculo de sensaciones.

—Max —gemí, cerrando los ojos con fuerza y dejándome llevar.

Max me devoraba completa, hundiendo su rostro en mí y pasando su lengua por lugares tan complacientes como inimaginables. Dios mío, aquel hombre sabía lo que hacía. Mi vientre cosquilleaba, mi corazón golpeteaba contra mi pecho.

La opresión y el palpitar de mi sexo me pedía a gritos que él fuera mío. Dios santo.

Cada estremecimiento era un triunfo para él, lo sabía. Jugueteaba, haciéndolo bien.

Antes de que pudiera llegar al orgasmo, otra vez se había detenido, ya que se había parado nuevamente, haciéndome ver perfectamente su bulto amenazante con romper su pantalón.

—¿Quieres que te folle, no es así? —me preguntó, con una sonrisa burlesca al ver que mis ojos estaban puestos en su erecto miembro.

Se agachó y me tomó levemente del cabello, a la altura de la nuca, tirando mi cabeza hacia atrás.

—Dilo —me ordenó, con los dientes apretados —. He deseado tu deslumbrante cuerpo desde el día en que te conocí, Gray. Tienes unos pechos tan perfectos que pagaría millones por sólo observarlos, una cintura de muerte. La lista podría seguir, pero estoy demasiado ansioso por hacerte jodidamente mía.

Aquella noche había entendido que Max en la cama era otra persona. Dominante, sexy, burlón y sobre todo, una persona que se tomaba enserio cada caricia sobre la piel de una mujer. Su mirada estaba oscurecida, 

Tomé con una de mis manos su cuello, tomándolo por sorpresa. Me gustara que me dominaran en la cama, pero cuando mi deseo sobrepasaba los límites, la que solía dominar era yo. Abrió los ojos, sorprendido. Mi cuerpo se estaba incendiando.

No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Where stories live. Discover now