Capítulo 27

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Capítulo 27.

Éramos dos personas adultas encerradas en una habitación sólo porque a una se le había ocurrido. Max estaba mirándome fijo, cómo si tratara de leerme los pensamientos. Ja, ojalá pudiera hacerlo así terminábamos con todo aquello de una maldita vez. Sabía perfectamente que aquel intento de relación cambiaría para siempre si le decía la verdad. Yo creo que solía saber quién era él, de quién se trataba, pero dependía únicamente de que me lo confirmará o no.

—¡¿Vas a quedarte ahí sin darme explicaciones?!—me gritó, furioso.

—¡Me bajas el maldita tono, Max! —le grité aún más fuerte, abriendo uno de sus cajones para buscar una de sus remeras negras que me llegaban hasta las rodillas—¡Te diré la verdad cuando estés malditamente calmado!

—¡Estoy calmado!

—Si claro, eso es estar calmado para ti.

Encontré una y no tardé en ponérmela. Cerré el cajón con fuerza, enojada.

—No sé quién eres y qué quieres de mí, pero si esto es un maldito juego para arrastrarme al Inframundo…

—¿Qué?¡Entonces lo confirmas, eres el hijo de Hades! —me calcé los zapatos que había llevado al casamiento.

Que gran combinación la mía. Pero no era momento de fijarme en mi atuendo, sino en la maldita revelación que Max me estaba soltando en la cara, luego de hacer el amor.

No sabía cómo me sentía exactamente en aquel momento, lo único que quería hacer era irme de allí. Quería escapar por alguna extraña razón. Entonces pase de amarlo a odiarlo por alguna extraña razón.

—¡Vamos, ahora dime tú quién eres! —insistió, sin saber qué hacer para que hablara.

—¡¿Mi belleza no te indica nada?!—bufé, molesta.

—¿Eh? —soltó, desentendido.

Me puse frente a él, cara a cara y sin dudarlo, le dije:

—Felicidades Max, te enamoraste de la hija de Afrodita—carraspeé.

Pasé por su lado empujándole el hombro y giré la llave de la puerta, dispuesta a marcharme. Un largo silencio se estableció en la habitación, de aquellos que puedes percibir la tensión, pero no estás listo para afrontar. No sabía que desastre ocasionaria mi verdad, pero que sanador se sentía.

—No fuiste capaz de decírmelo—acusó, dándome la espalda.

Tomé el pomo de la puerta y me quedé allí, observándolo.

—Créeme que la decepción que tú sientes, es igual a lo que siento yo ahora. Tú tampoco me dijiste nada, Max. Recuerda eso.

Max se dio vuelta, se cruzó de brazos contra el estómago, mirándome sin expresión alguna.

—Creo nunca llegamos a esa confianza que ambos necesitábamos como para decirlo—su voz era tan fría y distante que tenía miedo de que volviera a soltar algo tan triste como eso.

—¿Qué quieres decir? —le pregunté, con un hilo de voz.

Otro silencio incomodo, genial. Max me estaba dando con aquel silencio tantas respuestas formuladas en mi cabeza.

—No puedo estar con una diosa. Lo siento yo no puedo estar…—ni siquiera fue capaz de terminar la oración, que ya había desviado la vista hacia otro lado, evadiendo mi rostro descompuesto.

Ay no. Un nudo se instaló en mi estómago. 

—¡No! —grité, tratando de evadir un puchero— ¡No puedes terminar algo que nunca comenzó!

No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Where stories live. Discover now