Capítulo 21

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Capítulo 21.

—¡Por favor, no puedes echarme sin darme una explicación! —lloriqueé, mientras Miranda me empujaba hacia la puerta, enfurecida.

—¡No voy a meterme, ese secreto no me corresponde revelarte lo a ti!

—¡Por favor! —le supliqué, desesperada antes de que abra la puerta de la entrada—¡Dime quién es Max!

—¡Lo único que tengo para decirte es que debes olvidar a esa cosa!

¿Cosa? Tomó mi abrigo de mala manera y me lo lanzó, y yo lo atajé rápidamente con mis manos.

—¡Puedo darte dinero para que me des información! —le grité, insistente.

—¡Ni todo el puñetero dinero del mundo me salvaría del inframundo!

—¿Cosa? ¿Inframundo?¡¿Max no es humano?!—le pregunté, mientras lograba con la fuerza de sus manos sacarme fuera.

Abrió la puerta y me sacó a la entrada.

—¡No regreses hasta que te olvides de él!

Y con un azote de puerta, Miranda me hizo entender que quedaba afuera de todo aquello. Si la hija de Cupido no podía ayudarme a enamorarlo de mí… ¿qué era Max?

Había algo que tres personas relacionadas con la divinidad me habían pedido a gritos: Aléjate de Max.

Presente.

Llorar en el baño público de un bar no resultaba ser lo más satisfactorio. Estaba destrozada. No sabía si había hecho bien. No sabía si estaba encaminada a lo que era considerado bueno. Yo quería a Max y ahora estaba allí, llorando cómo una imbécil por un hombre que sólo me quería para su compañía. Un hombre al que no podía enamorar por alguna extraña razón. La divinidad ahora venía a decirme a gritos que no me metiera con él. El peligro era de lo que siempre trataba de escapar luego de intentar suicidarme. Pero Max…que difícil era alejarme de Max.

Temía que él estuviera ligado al inframundo. No quería aceptarlo. Pensé en otra cosa. Pensé en mi corazón roto y el llanto en el baño de un bar. Sentía las lágrimas saladas sobre mis labios y cómo estás se deslizaban por la nariz. Alguien tocó la puerta del cubículo en donde estaba, provocándome un sobresalto espantoso.

—¿Ada? ¿Estás allí o te ha agarrado la cargadera? —bromeó Ana, con tan buen ánimo que sentí envidia.

—No. Ya salgo.

Con el dorso de mi mano me sequé las lágrimas con rapidez. Respiré hondo, sintiendo algo tapada la nariz. Vamos, Ada. Que los sentimientos por alguien que no los valora, no arruinen tu noche de cumpleaños. Oh Dios mío, se me había olvidado de que era mi cumpleaños.

Salí del cubículo y Ana estaba apoyada en la pared de en frente. Tenía un vestido rojo con brillo que le llegaba por los muslos tonificados y su cabello ruliento era una increíble melena. 

—Maquillaje corrido, un celular en la mano y una cara triste—me dijo a penas me vio—. Recuerda amiga que alejarse de una persona que te lástima, también es un acto de amor propio.

—¡Que hermosas palabras! —estallé en llanto apenas la escuché.

Diez puntos para Ana. Vino hacia a mí y me abrazó para consolarme. Apoyé mi mentón en su hombro. Su perfume olía tan bien, cómo a fresas.

—¿Quién te está haciendo llorar de esta forma? —me pregunto, acunando mi rostro entre sus manos.

—Un imbécil—mascullé, rencorosa.

No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Место, где живут истории. Откройте их для себя