Capítulo 30

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CAPÍTULO 30.

Fue extraño ingresar al local de ropa del centro comercial y que sonara la canción de Becky G “Mayores”.

Me sentí extraña, aunque ya la había oído y la declaraba una de mis favoritas. Aunque Max y yo nos llevábamos más de diez años, no lo consideraba como una persona bastante grande para mí. Sólo que salía del rango de edad con los que solía estar. Yo y mi maldita costumbre de acordarme de él o intentar relacionarlo con cualquier canción que escuchara. Que conste que me estaba torturándome a mí misma.

Mientras buscaba algún vestido colgado que me llamara la atención para la fiesta de aquella noche, miré por alguna extraña razón hacia mi derecha y vi a la persona que menos esperaba encontrarme. 

—¿Miranda? 

Apenas pregunté, ella me miró un segundo con rostro serio hasta que sus ojos se volvieron tan grandes como platos. Estaba mirando vestidos al igual que yo, pero en las mesas de liquidaciones.

—Carajo —la escuché mascullar y empezó a escabullirse entre otras clientas.

Oh no, esta vez no se me iba a escapar.

Mientras pedía permiso para poder alcanzarla, vi que pretendía meterse en los probadores, pero la casé justo del brazo antes de que lo hiciera.

—Oh tía. Que agradable sorpresa —me dijo, con voz falsa y fastidiada por mi presencia.

Todavía recordaba cómo me había echado a patadas de su casa sólo por pedirle que me enamorara de un demonio. Yo también hubiera reaccionado así ante esa GRANDE petición.

Ella se zafó de mi agarre y me miró, con los brazos cruzados. Odiándome, claramente.

—Tenías razón —fue lo primero que le dije —. Max resultó ser el hijo de Hades.

—¡¿Qué?! —se escandalizó, pestañeando más de lo normal.

—Si te invito un café ¿lo aceptarías?

Se quedó pensando un rato largo, hasta que lanzó un largo suspiro de rendición.

—No sin antes elegir un vestido —me respondió, aflojando los brazos —. He viajado a Chicago porque la familia de mi mejor amiga tiene una fiesta navideña importante en un barrio privado y cómo ya sabes, estamos más solas que un perro y no tenemos con quién pasarla. Así que acepté hacerlo y pasaré la navidad y año nuevo en la ciudad—me explicó, sin ánimos en su voz.

—¿La familia que hará la fiesta es la familia Coleman? 

—Sí —frunció el entrecejo —¿Los conoces?

Wow.

—¡Sí! Pasaré navidad con ellos porque son la familia de Adam, mi amigo.

—Sabes que esto no es una coincidencia ¿no? —me aclaró, seria —. Veo que nuestras madres nos quieren juntas y que al menos, no pasemos las fiestas solas. No tengo dudas ni sospechas.

Pasé mi brazo por el suyo y la miré.

—¿Por qué negarnos al pedido de las diosas, entonces? —le sonreí, contenta.

El vestido que elegí me encantó, me pareció elegante y acorde a la ocasión. Era un vestido de dos colores, negro y rojo. De manga larga con los hombros descubiertos y negro, con detalle de encaje en la bastilla. La parte de abajo era de color rojo hasta más debajo de la mitad de los muslos y una bonita tela de encaje como decoración en los bolados de la falda. También compré unas medias largas y transparentes. Tenía unos zapatos que hacían juego y que había traído en el viaje.

No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Where stories live. Discover now