Capítulo 34

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Capítulo 34

Viajé a New York en primera clase junto a Max Voelklein. Los asientos eran tan cómodos y la comida era tan exquisita que me tenía fascinada. Me despedí de Adam con un fuerte abrazo y lo dejé en compañía de Miranda. Habían pegado tanta buena vibra los dos que no paraban de estar juntos y habían acordado pasar año nuevo pegados. Me fui contenta. Fue doloroso ver el rostro de Adam con cierto dolor cuando le dije le propuesta de Max, pero se alegró por mí.

—¿Más whisky señor Voelklein? —le ofreció una azafata de tez pálida y ojos verdes, quien no había parado de coquetearle desde que se sentó en su asiento.

Había guardado silencio para no armar escándalo, pero ya era insoportable. Max se había comportado de manera respetuosa y distante con ella. Pero a la azafata no pareció importarle.

—No gracias —le respondió Max, secamente. Me miró —¿Tú deseas algo, cariño? —me tomó de la mano por encima del separador del asiento.

—No, gracias —contesté, mirando a la chica con mala cara —. La señora Voelklein no desea nada.

A la azafata se le borró la sonrisa en cuanto vio mi gesto frio y escuchó mi respuesta con una sonrisa falsa incluida. Cambió el peso del cuerpo por el otro pie.

—Si me necesitan, estaré a su disposición, señores Voelklein —dijo, en voz baja y se alejó por el largo pasillo del avión.

Sonreí, orgullosa de mí misma.

—Aún no eres mi esposa y ya estás marcando territorio —me dijo Max, inclinándose a mi oído—. Me gusta eso.

Lo miré, sonrojada.

—Tengo el presentimiento que los dioses están enojados con nosotros y nos están colocando distracciones para que nos separemos —temí, hundiéndome en el asiento.

—Hagan lo que hagan no funcionaran, amor —me levantó el rostro con uno de sus dedos para que lo mire directo a los ojos —. Te protegeré.

Me incliné y lo besé. Él reprimió un gemido inaudible en cuanto introduje mi lengua y él no tardó en entrelazar la suya con la mía. Max me tomó de las muñecas y me apartó con cuidado.

—Gray, si sigues así provocaras un muy visible accidente en mí—bajó su mirada al bulto creciente por debajo de sus pantalones. Me sentí acalorada al instante—. Quiero follarte. Ahora y lo voy a hacer si sigues así de besucona—me advirtió, con voz profunda.

Juguetona, me acerqué al lóbulo de la oreja y le di un leve mordisco, clavándole los dientes con delicadeza. Pegué mi espalda contra el asiento otra vez.

—Si, sugar—musité, dándole un guiño de ojo—. Me comportaré—mentí.

Al ser navidad, sólo había una persona sentada a cuatro asientos nuestros. Una señora mayor de cabello canoso y de estatura baja. Luego, todos los asientos de la primera clase se encontraban vacíos.

Max puso su mano en mi muslo y con su contacto vibró todo mi cuerpo. Su mano fue deslizándose lentamente hacía mi puente de Venus, el cual se prendió fuego en cuanto sus dedos comenzaron a frotarlo por encima de mis jeans azul oscuro.

Me causaba ver cómo él se hacía el tonto, mirando por la ventanilla del avión y con su mano haciendo caos en mi sistema nervioso.

Me separó las piernas con sus dedos y comenzó a tocarme por encima de la tela. Mis ojos se entrecerrados, odiándolo por torturarme de aquella forma.

Max se levantó bruscamente y fue directo hacia una azafata. Le dijo un par de cosas que no escuché y le dio un fajo de billetes que ella no tardó en tomar. La vi asentir con frenesí y sonrió, dándole un guiño de ojo.

No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Where stories live. Discover now