CAPITULO 3

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AMELIE

Mi trabajo y familia se convirtió en mi principal prioridad, por lo que me la pasé trabajando e intentando dar en el clavo con el discurso de la gala. Sin saber que hora es, mi teléfono vibro en señal de mensaje y lo chequee.

Melany: hey sis, te parece si almorzamos hoy. Henry quiere verte. Avísame!  Te amo.

Amelie: hola sis, estoy hasta la ceja de trabajo, si no te importa, puedes venir a mi despacho. Avísame! Te amo igual.

Melany: Ok, en media hora paso. Cuantas veces tengo que decirte que tanto trabajo te va a hacer mal, tienes 24. ¡Sal a divertirte!

Amelie: para dar ordenes tienes a Henry, no me molestes con eso. Te espero, ¡Adiós!

  No espere a que me respondiera y continúe con mi trabajo. Me faltaba algo en mi discurso para que sea perfecto, pero no le di muchas vueltas, ya llegaría o me saldría mañana durante la presentación.

  Un golpe incesante comenzó en mi puerta y sabia a quien se debía, le comunique que podía pasar, y con la ayuda de Melany, Henry vino corriendo hacia mi.

  -¡Hola enano!-dije mientras lo alzaba y lo sentaba sobre mi regazo.

  -Hola tita, estas muy guay- dijo mientras me miraba embelesado.

-Bueno pues un señorito que yo conozco y con cinco años también-dije haciendo que me referia a otra persona- ¿lo conoces? Tiene pelo negro azabache, unos ojos miel preciosos, y este vestido con una remera que le regalo la tía- dije con el seño fruncido. Henry comenzó a reírse y señalarse

  -¡yo! ¡yo! Tita yoooo!!- dijo saltando en mi regazo. Lo miré con asombro, como si me hubiera resuelto el mayor problema de mi vida y luego sonreí. Le agarré sus cachetes y comencé a besarle todas las partes su cuerpecito, incluidas las pecas que compartía conmigo. El siempre dijo que compartíamos un club especial ya que éramos los únicos en la familia con estas.

  -¡AY TITA!-grito luego de tantos besos- me vas a despeinar y me puse guapo- dijo tan serio que comencé a reír a carcajadas. Henry era el niño mas inteligente y hermoso que había visto en mi vida, por mas que no haya estado en el día a día de su vida durante sus primeros años de vida, formamos un lazo especial que era único.

No importaba cuanto tiempo teníamos sin vernos, cuando lo veía todo era mejor. El día que se entero que yo me venia a vivir a California, el como un niño grande, lo catalogo como 'el mejor día de la vida de Henry Mackenzie' y como final, ese día, yo debía tomarte el día libre laboral y el faltar al kínder para hacer todas las cosas juntos.

Ese día consistía en ir a el restaurante favorito de Henry a comer pancakes de desayuno, almorzar en Mc Donald y luego ver el atardecer caer sobre el Golden Gate en nuestro lugar preferido. Ese día era simplemente mágico, me olvidaba de todo y solo me concentraba en mi ahijado, incluso apago el móvil y no lo veo durante todo el día hasta llegar a casa por la noche.

El día que Melany me dijo que iba a ser su madrina, al principio no lo pude creer y me hundí en la felicidad. Me había regalada una remera que decía 'la mejor madrina del mundo', y Henry tenia una para cuando naciera que decía 'mi madrina es la mejor'.

  -Henry déjame saludar a tu tía por favor- dijo Melany mientras se acercaba a mi. Ella estaba nuevamente embarazada, esperando a una bella niña que llegaría a este mundo en cinco meses.

SERENDIPIA [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora