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La noche había llegado, tiñendo de negro el cielo, junto a unos diminutos puntos blancos que destellaban sin descanso. La luna iluminaba débilmente a aquel par que se encontraba en el techo, admirando el cielo estrellado una vez más, maravillados como la primera vez. Ambos pares de ojos admirando la belleza de una noche estrellada, adorando el inmenso universo desde una íntima parte de su hogar.

Los pequeños puntitos reflejados en sus cautivadores ojos, eran aún más preciosos que el magnífico espectáculo de luces para HeeSeung.

En tanto el menor seguía observando hacia arriba, el pelinegro aprovechó para atrapar la mano de su novio entre la suya, y acariciarla con parsimonia. SungHoon apartó su vista del cielo para mirar a HeeSeung , los extremos de sus labios se cruzaron hacia arriba, dejando mostrar aquella hermosa hilera de blanquecinos dientes perfectamente alineados.

ㅡ ¿Ya he dicho que amo tu sonrisa?

ㅡ Sí, pero creo que vinimos aquí a admirar las estrellas y no a ser empalagosos ㅡel más alto dejó pasar su comentario e hizo como si no lo hubiera oído. Atrajo hacia sus labios la mano ajena y los estampó contra la mismaㅡ Bueno, más bien tú eres el chicle pegajoso aquí.

ㅡTe gusta que lo sea, ¿no es así? ㅡextendió la mano de SungHoon y comenzó a besar con delicadeza sus pequeños dedos.

ㅡTal vez ㅡsu dulce sonrisa se ensanchó adorablemente. HeeSeung siguió besando sin descanso sus dedos, no pensando dejarlo hasta que lo admitieraㅡ ¿No piensas parar, no? Bien, amo que seas así de amoroso conmigo. Lo adoro.

El pelinegro creó un trayecto de besos que subió por su brazo, llegó hasta su cuello y siguió elevándose hasta alcanzar sus melifluos labios. Un efímero beso fue alojado en sus labios con dulzura. Park mostró una breve sonrisa, segundos después se acercó a su chico en busca de algo más que un inocente pico. Su boca estampó contra la ajena, iniciando un suave beso que luego fue tornándose algo más caliente. Las manos del castaño viajaron hasta la nuca del mayor, en un intento de acercarlo más a él.

HeeSeung de un momento a otro paró el beso que mantenían, lo que dejó a Park confundido.

ㅡ¿Pasa algo? ㅡcuestionó.

ㅡ¿Quieres hacerlo en el techo, Hoon?

ㅡEso sería emocionante, ¿no crees?

ㅡNo, no quiero lastimarte, aquí sería muy incómodo ㅡdijo con una pizca de preocupación, eso enterneció a su novioㅡ Será mejor en la cama, estrellita.

ㅡTan lindo, preocupándote por mí. ¿Qué hice para merecer un novio como tú? ㅡacarició su mejilla y acto seguido, besó el mismo lugar.

ㅡSer tú, eso hiciste. ㅡsonrió, con un tono de voz que desbordaba amor.

Su cuerpo se levantó, posteriormente levantó a su chico entre sus brazos al estilo princesa, él rodeó su cuello y se escondió en la curvatura del mismo. Lee procedió a bajar hasta la habitación y dejarlo con sumo cuidado en la cómoda cama, y con suavidad se posicionó arriba suyo. Le admiró con amor desde donde estaba, no podría cansarse de decir que era el ser más precioso.

En menos de un parpadeo, ambos se encontraban sin vestimenta y dejando al descubierto su piel. Las manos del pelinegro sostenían y acariciaban la cintura del cuerpo ajeno con delicadeza, en tanto su hombría se hallaba dentro de su amado, embistiendo con lentitud.

Las piernas de SungHoon se enredaron con más fuerza en su cintura, y sus manos pararon en la espalda del opuesto, acercándolo más a él para sentir el calor de sus cuerpos en cuanto sus pieles se encontraban en un agradable tacto. En un delicado movimiento acarició los labios ajenos con los propios, demostrando así el amor que se tenían. Demostrando con un simple toque lo mucho que podían llegar a amarse.

ㅡTe quiero, cielo. ㅡLee sabía a la perfección que en cuanto el menor se ponía meloso de aquella forma, significaba que estaba a punto de alcanzar su orgasmo.

Los movimientos se aceleraron y en unos segundos ambos fueron sumergidos en el mar de aquellas adictivas y placenteras sensaciones.

El pelinegro dejó un casto beso en sus labios, para luego echarse a su lado y abrazarlo por la cintura con cariño.

ㅡTe amo, estrellita. ㅡcon su dedo pulgar palpó con afecto la cintura ajena. SungHoon lo observó con ese brillo especial en sus ojos, con esa dulzura que demostraba cariño.

ㅡLo sé, sé que me amas, porque yo también lo hago. ㅡel par se sonrió mutuamente para después sumergirse de nuevo en su mundo de amor, en donde únicamente ellos habitaban y no existía ningún impedimento para amarse.

 ㅡel par se sonrió mutuamente para después sumergirse de nuevo en su mundo de amor, en donde únicamente ellos habitaban y no existía ningún impedimento para amarse

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Eran las ocho de la mañana, la mujer tomaba un café como era habitual en ella. Estaba un tanto preocupada, y quizá molesta. No sabía. El punto era que HeeSeung le había dicho que regresaría a su hogar en cuanto la tormenta parase, eso sucedió a las siete de la tarde; no obstante, él jamás llegó.

Dijo que estaría con Leo, y tal vez se había quedado allí a algo más que esperar a que la lluvia se detuviese. No quería siquiera pensar en que su hijo seguía con esa errónea idea en su mente, y que además, estuviera saliendo con su supuesto amigo a espaldas de ellos. ¡Ella quería nietos!, y la mejor candidata para dárselos era HeeYeon. ¿Y qué diría al saber que su novio era gay?, no quería si saberlo.

La puerta principal de la casa fue abierta de repente, espantando a la fémina por unos momentos. Soltó un suspiro de alivio al ver que era su primogénito.

ㅡ¿Y qué son estas las horas de llegar, muchachito?, me dijiste que te quedarías sólo hasta que la lluvia parase ㅡenarcó una ceja a modo de interrogación. El menor soltó un suspiro de fastidio, no quería pasar por el cuestionario de su madreㅡ Responde.

ㅡMe quedé a realizar un proyecto con Leo, mamá. Eso es todo, lo siento si no lo mencioné en la llamada de ayer. ㅡrespondió desganado.

ㅡ¿Estás seguro?, mira que si te quedaste en casa de ese muchacho, no quiero enterarme luego de que fue para otra cosa. ¿Entendido, HeeSeung? ㅡel pelinegro asintió sin más remedio.

ㅡ¿Puedo ir a prepararme?, sólo me queda una hora. ㅡla mujer hizo una seña con sus manos, lo cual indicó que se marchara.

La mayor lo miró irse mientras tomaba un sorbo de su café. Y en cuanto más a detalle lo observaba, pudo percatarse de que una mancha violácea se hallaba en su cuello.

(...)

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