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Desde muy pequeño, Jimin tuvo una clara preferencia sobre las cosas dulces en lugar de las saladas y como el atleta en proceso que era, muchas veces recibió comentarios al respecto de cómo se supone que debía llevar su rutina alimenticia. Sin embargo, Jimin jamás permitió que la opinión de nadie interfiriera en su armoniosa relación con las comidas dulces. Vamos, que tal vez ya no comía dulces en cantidades exageradas como cuando era un niño pequeño, pero estaba claro que los dulces seguían siendo una gran debilidad para él.

Tal vez fue por eso que, no pudo evitar dejar a Jungkook acercarse a él a pesar del momento reflexivo que tuvo consigo mismo el día anterior, en el que se prometió no interferir en absoluto con ningún tema que tuviera que ver con Jungkook después de enterarse que su madre le había prohibido que hablara con él. Jimin no estaba del todo seguro si termino por ceder por su amor al dulce o solo su amor por él, pero, al final de la segunda semana de clases, terminó en la azotea del instituto junto al pelinegro, llegando una vez más a trazar otro peculiar acuerdo con él.

Acuerdo que por supuesto, solo tardaría un par de semanas en ser roto una vez más... Pero hablar de eso sería adelantarnos en la historia, así que, mejor no adentrarnos en ello por ahora.

El viernes por la mañana de la segunda semana de clases, Jimin y Jungkook no habían cruzado más que fugaces saludos a la hora de entrada y luego a la hora de salida. Sus aulas estaban ubicadas en puntas distintas del instituto y Jimin solía estar ocupado con el consejo estudiantil o con el equipo de fútbol la mayor parte del tiempo, por lo que sus horas libres o almuerzos, solían ser en la sala del consejo o en la cancha de fútbol. Jungkook, aunque quería verle, no estaba seguro si Jimin estaría de acuerdo en que lo buscase en aquellos dos lugares, así que decidió esperar al menos una semana antes de volver a acercarse a él y llevar a cabo su siguiente paso.

Por otra parte, Jimin estaba un poco decepcionado de que su aula y la de Jungkook estuvieran tan lejos la una de la otra, pero al mismo tiempo sentía algo de alivio. Pues, quería ver al pelinegro al menos por coincidencia más seguido, pero seguía creyendo que, si la madre de Jungkook pensaba que su relación era dañina para Jung, era porque realmente era de esa manera. Jimin quería hacer lo mejor para Jungkook y mantenerse al borde, sin embargo, sabía que, si tenía a Jungkook cerca constantemente, su intento de estar a raya sería un completo fracaso.

El viernes por la mañana, Jimin pensó que el día sería igual que el resto de días de la semana: Verse unos segundos antes de entrar a clases y luego toparse otro dos antes de irse a casa. Claramente Jimin no tenía idea de lo que pasaba por la mente de Jungkook y lo equivocado que estaba. Por lo que se sorprendió cuando a la hora del almuerzo, se percató que Jungkook lo estaba esperando en la puerta de su aula de clases. Jimin dudó unos segundos cuando sus amigos se ofrecieron a darle una excusa a Jungkook para que volviera luego, pero al final decidió declinar la propuesta y enfrentar a Jungkook por sí mismo. Después de todo, no creía que el pelinegro mereciera ser ignorado de esa manera.

Jimin se levantó de su asiento con la espalda encorvada por la pereza del momento y mediante se acercaba a la puerta su columna se fue adhiriendo a su postura habitual. El peligrosa se recostó de la puerta con su mirada en dirección a Jungkook y sonrió en señal de saludo, sin embargo, evitó a acercarse demasiado. Pues, mientras menos tiempo pasaba con Jungkook, más ganas tenía de estar con él y romper cualquier distancia que fuera humanamente posible romper.

—Jung —dijo—. ¿Qué haces aquí?

—Vine a verte, pensé que sería obvio si venía hasta aquí —rascó su nunca—. Quería traerte esto —señaló con su mano libre la mano que se mantenía ocupada—. Lo he hecho yo.

First Times ミ⚘ 𝐾𝑜𝑜𝑘𝑚𝑖𝑛Where stories live. Discover now