¿Desea participar en el juego? Si quiere jugar, indique su nombre y su fecha de nacimiento.
Esa fue la última frase que leí antes de que todo se volviera negro. Ahora estaba acostada en una cama incómoda, escuchando murmullos que provenían de todas partes. Abrí los ojos lentamente, encontrándome en un dormitorio enorme lleno de literas alineadas en filas interminables. Había hombres y mujeres de todas las edades, algunos inquietos, otros hablando en voz baja, y otros completamente ajenos al ruido a su alrededor.
¿Cómo terminé aquí?
No lo sabía. Lo último que recordaba era abrir la puerta trasera de mi casa y encontrarme cara a cara con un hombre vestido de rojo, su rostro oculto tras una máscara inexpresiva.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por una voz a mi derecha.
— Hola.
Volteé mi cabeza hacia la voz, encontrándome con un hombre que claramente no era coreano. Su sonrisa era amable, una rareza en este lugar que ya sentía opresivo.
— Hola — Respondí, sentándome lentamente en la cama.
— ¿Cómo te llamas? — Preguntó mientras se sentaba en los pies de mi cama.
— T / N ¿Y tú? — Respondí, mirándolo de reojo mientras me estiraba para intentar despejarme.
— Ali. Es un gusto conocerte, T / N — Antes de que pudiera seguir hablando, ambos notamos un pequeño tumulto al otro lado del dormitorio.
Nos levantamos al mismo tiempo y, con cuidado, nos escabullimos entre la gente para ver qué ocurría. Delante de nosotros había un círculo de personas observando una confrontación. Al frente, un hombre musculoso con el número 101 en su chaqueta intimidaba a una mujer delgada, de cabello hasta los hombros y rostro cansado.
— Ya me quitaste mucho más de lo que te debo — Dijo ella, su voz firme pero tensa.
— ¿Ah, sí? Entonces, ¿por qué huiste? — Preguntó el hombre con una sonrisa cínica antes de insultarla.