Las palabras no dichas entre tú y Hyun-ju flotaban en el aire como una nube de humo, pesadas, cargadas de emociones que ninguna de las dos se atrevía a soltar. Desde que la votación había comenzado, todo parecía más difícil de soportar. Tus lágrimas, que habían caído libremente antes, ahora estaban secas, pero el nudo en tu garganta seguía presente, amenazando con desbordarte en cualquier momento. Era como si ese lugar se alimentara del silencio y la tensión, haciendo que cada respiración doliera un poco más.
Hyun-ju, sentada frente a ti, parecía estar tan perdida como tú. Sus manos temblaban ligeramente mientras intentaba explicarse, buscando palabras que pudieran justificar lo injustificable. Podías ver la culpa en sus ojos, aunque intentaba mantener la voz firme.
— Quiero mudarme a Tailandia — Dijo finalmente, rompiendo el silencio con un susurro. Su tono era casi distante, como si estuviera hablándose más a sí misma que a ti o a los demás — Terminaré mi transición allí. Quizás compre una casa pequeña... Solo necesito un poco más de dinero.
Cada palabra que dijo parecía golpear directo en tu pecho. Intentaste procesarlas, pero tu mente estaba nublada. Apenas podías escuchar a Yong-sik cuando agregó, como si no entendiera la gravedad de la situación:
— Las mujeres en Tailandia son hermosas.
Hyun-ju asintió, forzando una sonrisa que no llegó a sus ojos.
— Lo son — Respondió, aunque la tristeza en su voz era imposible de ocultar.
La imagen que pintó en tu mente fue tan vívida que casi dolió. Te imaginaste en Tailandia, en un pequeño jardín delantero, el calor del sol acariciando tu piel mientras Hyun-ju estaba a tu lado. Sus dedos entrelazados con los tuyos, su risa ligera llenando el aire. Podías sentirlo, casi saborearlo, pero el sueño desapareció tan rápido como llegó cuando abriste los ojos. De nuevo, estaban las luces frías, las camas metálicas apiladas y el olor opresivo de sudor y sangre. No había sol, ni jardín, ni paz. Solo la brutalidad de la realidad.