Nadie sabe cómo empezó. Nadie entiende cómo el chico más peligroso y conocido en esta pesadilla y yo, un completo desconocido, terminamos siendo un equipo. Para los demás, somos ‘el dúo’, inseparables, casi míticos entre los sobrevivientes. Pero si supieran cómo comenzó todo, probablemente no lo creerían.
Lo recuerdo todo. Cada detalle.
Fue después de la primera prueba, una de las más fáciles hasta ese momento. No sé cuántos de nosotros quedamos vivos, pero la tensión era insoportable. Apenas podíamos dormir en la gran en común porque sabíamos que cualquier movimiento en falso podía ser el último. Yo solo quería alejarme del ruido, encontrar un lugar donde pudiera fingir, al menos por unos minutos, que el mundo no se estaba cayendo a pedazos.
Y ahí lo encontré.
Thanos, el tipo al que todos evitaban, estaba sentado en un rincón oscuro de la habitación. Su cabello morado desordenado le caía sobre el rostro, y en sus manos sostenía un collar en forma de cruz. No sé si estaba llorando o si era solo mi imaginación, pero su postura, con los hombros encorvados y la cabeza baja, lo hacía parecer vulnerable.
No era algo que esperaba ver. No después de haberlo visto ganar la primera prueba como si no le importara nada. No después de verlo arremeter contra otros jugadores para salvar su propio pellejo. Pero ahí estaba, tirándose del cabello y respirando con dificultad, como si el peso de todo lo que estaba pasando lo estuviera aplastando.
Yo debería haberme ido.
Pero no lo hice.
No sé qué me detuvo, pero en lugar de darme la vuelta, me quedé ahí parado, mirándolo. Fue un error, porque después de unos segundos, Thanos levantó la cabeza y nuestras miradas se encontraron.
— ¿Qué mierda estás mirando? — Espetó, su voz más ruda de lo normal.
No respondí. No sabía qué decir, y claramente no estaba en su mejor momento. Lo siguiente que supe fue que estaba de pie, señalándome con un dedo tembloroso.