Las luces estaban apagadas en el gran dormitorio, sumiendo a todos los jugadores en una oscuridad que solo era interrumpida por el tenue resplandor de la x y la o que estaban en el piso. Aquella noche parecía tranquila, al menos ahí. Los murmullos habituales habían desaparecido, sustituidos por respiraciones entrecortadas y ocasionales ronquidos. Todos intentaban dormir, conscientes de que, al amanecer, un nuevo juego mortal los esperaría. Otra prueba, más eliminados, más muertos.
En la penumbra, te removías inquieta en tu litera. Apretaste la delgada manta contra tu cuerpo, tu cabello húmedo pegado a la frente, mientras gemías suavemente en medio de un sueño intranquilo. Tu rostro estaba tenso, las cejas fruncidas, los labios apretados en una delgada línea. Aunque tus ojos estaban cerrados, tu cuerpo parecía atrapado en una lucha silenciosa.
De repente, despertaste con un sobresalto, sentándote de golpe y llevando una mano al pecho mientras tu respiración era rápida y entrecortada. Tu corazón latía desbocado, y una fina capa de sudor cubría tu frente. Miraste a tu alrededor, tratando de orientarte. En la penumbra apenas distinguías las sombras de las literas apiladas y los cuerpos de tus compañeros que dormían o, al menos, lo intentaban.
El dormitorio era un reflejo de todo lo que estaba mal en aquel lugar. Cada rincón parecía impregnado de muerte, desesperación y una creciente sensación de vacío. Suspiraste profundamente, recostándote contra el colchón mientras una lágrima traicionera rodaba por tu mejilla. Cerraste los ojos y te llevaste una mano a la frente, intentando calmarte, pero las imágenes de tu sueño seguían grabadas en su mente.
Era siempre lo mismo: los rostros de las personas que no pudieron salvarse. Cada partida anterior se reproducía como un macabro recordatorio en tus sueños. Los gritos, las miradas de terror, las súplicas… todo regresaba con una claridad aterradora, haciéndote sentir como si estuvieras fallando una y otra vez. La culpa te carcomía.
Un sonido suave rompió el silencio.
— ¿T / N?
La voz, aunque baja, te hizo sobresaltarte. Giraste la cabeza hacia el origen del sonido y distinguiste a Se-mi, que se asomaba desde su propia cama. Su rostro, aunque apenas iluminado por la débil luz ambiental, mostraba una clara preocupación. Se-mi inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos buscando los tuyos.
— ¿Estás bien? — Preguntó, su tono mostraba preocupación.
Te quedaste mirándola por un momento, sin saber qué decir. Tus labios se separaron ligeramente, pero las palabras se resistían a salir. Había algo en la forma en que Se-mi te observaba, algo tan desarmantemente genuino, que hizo que tu guardia bajara un poco.
Finalmente, respondiste con voz ronca.
— Sí… solo fue una pesadilla.
Se-mi parpadeó, procesando tu respuesta, pero no dijo nada más. No había juicio en sus ojos, solo una preocupación que parecía envolverte como una manta cálida.
— Pesadillas... — Murmuró Se-mi, finalmente rompiendo el silencio — Te entiendo. No hay manera de escapar de ellas aquí dentro.
T / N soltó una risa amarga, pasando una mano por su cabello húmedo — Es como si este lugar supiera exactamente cómo colarse en mi cabeza y encontrar las peores partes de mí.
Se-mi se inclinó un poco más hacia adelante, apoyando un codo en la barandilla de su cama mientras una pequeña sonrisa intentaba suavizar su expresión.
— Bueno, si quieres, puedo quedarme contigo un rato. Vigilaré y golpearé cualquier cosa que intente molestarte — Bromeó, haciendo un torpe movimiento de boxeo con los puños en el aire.
Tu sonrisa apareció fugazmente antes de desaparecer tras un suspiro.
— Eso suena… ridículo — Respondiste, aunque un atisbo de humor se asomó en tu tono.
— Ridículo o no, aquí estoy — Dijo Se-mi, encogiéndose de hombros mientras se incorporaba — Así que, ¿qué dices?
Sin responder, te moviste hacia un lado de la cama y, sin pensarlo demasiado, tiraste suavemente del brazo de Se-mi. La chica parpadeó, sorprendida por el gesto, pero se dejó llevar, sentándose en el borde de la cama.
— No puedo dejar que te sientes ahí como un guardia — Dijiste, señalando con la cabeza hacia el espacio libre en el colchón — Si vas a quedarte, al menos hazlo cómodamente.
Se-mi sonrió de lado y se acomodó junto a ti, dejando suficiente espacio entre ambas para que no pareciera incómodo. La cama, aunque pequeña, era lo suficientemente grande para dos personas si estaban dispuestas a compartir.
Sin pensarlo mucho, tomaste tu manta y la arrojaate sobre Se-mi.
— Toma, puedes quedarte con esto. Tengo calor de todos modos.
Pero Se-mi negó con un leve movimiento de cabeza. Levantó la manta y la colocó de manera que ambas estuvieran cubiertas, asegurándose de que ninguna quedara completamente desprotegida.
— No seas tonta. Podemos compartirla — Dijo con un tono que era una mezcla de ternura y diversión.
Tu corazón dio un vuelco inesperado, y sentiste cómo el calor subía a tu rostro. Desviaste la mirada, esperando que la oscuridad del dormitorio ocultara el rubor en tus mejillas. Se-mi no dijo nada más, simplemente tomó tu mano y la apretó con suavidad.
— Vamos a dormir un poco — Murmuró Se-mi, su voz era baja y reconfortante.
Asentiste ante esto, cerrando los ojos mientras tu respiración comenzaba a calmarse. La sensación de la mano de Se-mi entrelazada con la tuya, junto con la calidez de la manta que compartían, hizo que por primera vez en mucho tiempo te sintieras segura. Poco a poco, el cansancio se apoderó de ti, llevándote a un sueño mucho más tranquilo que los anteriores.
Mientras tanto, Se-mi permanecía despierta. Su mirada se posó en tu rostro, observando cómo tu expresión tensa daba paso a una calma serena. Sus pensamientos revoloteaban como mariposas inquietas, pero ninguno se quedaba lo suficiente como para tomar forma. Finalmente, se dejó llevar por un impulso, rodeandote con un brazo y acercándote ligeramente hacia ella.
La calidez de sus cuerpos juntos en medio de aquel infierno fue suficiente para hacer que Se-mi también se sintiera segura, aunque fuera por un instante. Cerró los ojos y se dejó caer en un sueño, sus respiraciones sincronizándose mientras el dormitorio permanecía sumido en una tranquila oscuridad.
Esa noche, aunque breve, fue un pequeño respiro en medio del caos.