La fría puerta de metal tembló bajo los golpes desesperados de Hyun-ju. Sus puños se estrellaban una y otra vez contra la superficie dura, el eco resonando en la habitación donde estaban. Su garganta ardía por los gritos, pero no podía detenerse. No mientras todavía hubiera tiempo.
— ¡T / N! — Gritó con furia, sus palabras mezcladas con una desesperación que apenas podía controlar — ¡Deja de hacer tonterías! ¡Déjame abrir la maldita puerta!
El silencio se extendió por un momento al otro lado. El eco de sus golpes y los gritos de la gente intentando salvarse persistía, mezclándose con el sonido de su propia respiración agitada. Y entonces, vio como tu cara se alzaba lentamente. Cuando hablaste, tu voz sonaba tranquila, como si lo que estaba ocurriendo fuera poco más que un inconveniente pasajero.
— ¿Qué? — Dijiste, y aunque no te podía ver del todo, Hyun-ju sabía que estabas sonriendo — Ya estás dentro, noona. El tiempo se está acabando. Te salvaste.
Hyun-ju apretó los dientes con fuerza. Las lágrimas comenzaron a arder en sus ojos, pero no las dejó caer. No ahora, no frente a ti. — ¡Abre la puerta! — Gritó de nuevo, golpeando con más fuerza — ¡Todavía tienes tiempo!
Vio tu rostro acercandose un poco más, y luego, a través de la pequeña rendija, pudo verte mejor. Una lágrima solitaria recorría tu mejilla, pero tu rostro mantenía esa sonrisa tranquila que tanto la enfurecía en ese momento.
— Si tengo que morir, al menos déjame morir con estilo — Dijiste con una risa breve, como si todo aquello fuera un simple juego.
Hyun-ju apretó los puños, su corazón latiendo tan fuerte que apenas podía escuchar tus palabras sobre el rugido de su propia sangre — ¿Sabes siquiera lo que estás haciendo? — Escupió, su voz cargada de incredulidad.
Te encogiste de hombros, tus ojos encontrándose con los de ella a través de la rendija.