No hacía falta ser un genio para notar cómo mirabas a Minsu. Tus ojos siempre encontraban los suyos, como si fueran imanes que no podían evitar atraerse. Miradas largas y tiernas, como si en él pudieras encontrar un respiro del caos en el que estaban ahora.
¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué tenía que ser él? Tres días. Solo tres días desde que lo conociste, pero cada segundo parecía llevarte más profundo hacia algo que no sabías si podrías enfrentar.
El lugar donde estaban no ayudaba. Ese maldito lugar, donde las paredes parecían susurrar las palabras “no hay salida” cada vez que intentabas respirar profundamente. Los disparos, los gritos y el constante peso de la muerte habían convertido a cada jugador en un cuerpo sin alma. Y sin embargo, Minsu parecía… diferente. Había algo en él, algo en su voz tranquila, en su manera de estar lejos del caos, que te hacía sentir como si todo fuera menos aterrador.
Y luego estaba Thanos, o Su-bong como el te había dicho. Siempre estaba alegre, siempre bromeando. Desde el primer momento que cruzaste miradas con él, supiste que era alguien que disfrutaba revolviendo las aguas. Así que cuando lo viste acercarse con ese andar exagerado y esa sonrisa arrogante que nunca presagiaba nada bueno, tu pecho se tensó.
Su-bong abrió los brazos como un rapero animando a una multitud que no existía.
— ¡Qué onda, tortolitos! Estoy devuelta, el genio lírico supremo de todos los tiempos. Sí, sí, lo sé ¡No aplaudan! — Adoptó una pose dramática, con una mano en el pecho y la otra haciendo un gesto hacia afuera como un profeta del hip-hop.
Ninguno aplaudió.
Minsu levantó la cabeza de inmediato, frunciendo el ceño. Ya conocía a Su-bong lo suficiente como para saber que no traía nada bueno. Tú, por otro lado, intentaste mantenerte neutral, aunque una parte de ti quería desaparecer antes de que soltara alguna de sus habituales tonterías.
— ¿Tortolitos? — Repitió Minsu, con su voz dudosa.
Su-bong le sonrió ampliamente y se inclinó hacia él como si estuviera a punto de revelarte el secreto del universo — Amigo, no finjas que no sabes de qué estoy hablando — Su-bong se volvió hacia ustedes, colocó una mano en su cadera y mostró su sonrisa característica — Escuchen, los he estado observando a ustedes dos — Enfatizó, mirandote rápidamente con un guiño cómplice — Y tengo que preguntar: ¿alguna vez escucharon la expresión 'el armario es de vidrio'? Porque, eh, algunas cosas son bastante obvias, amigos.