— De todos modos, ¿por qué estás aquí? — Tatareaste ante esa pregunta mientras masticabas tu comida que sabía rancia y sosa.
— Sabes para qué estamos todos aquí, Jun-hee — Dijiste con la boca llena de comida antes de darle a la chica una mirada mordaz.
— Sí, todos estamos endeudados, lo entiendo, pero, ¿no eras estudiante de ingeniería? ¿Qué pasó? — Preguntó. Dejaste a un lado tu comida antes de limpiarte la boca con las manos ensangrentadas y una expresión exasperada.
— ¿De verdad quieres hablar del pasado ahora? No tiene sentido, ¿verdad? — Preguntaste y los ojos de Jun-hee se suavizaron ante eso.
— Realmente cambiaste — Dijo — Recuerdo que eras tan alegre — Murmuró Jun-hee.
— Supongo que esto es lo que el mundo te hace, ¿eh?
Myung-gi pasó junto a ustedes y Jun-hee se alejó un poco. No estaba exactamente asustada de él, pero estaba cautelosa y con razón. Ese mismo día había sido un baño de sangre.
Guardaste tu propia comida, sin apetito mientras observabas a otro jugador intentando hacer una soga con varias sábanas. Te limpiaste las manos en tu polera blanca y verde, ensuciando la tela ya empapada de sangre. Tu número era apenas legible, pero con los ojos entrecerrados, uno podría decir que era el número 420.
Te reirías de eso si no fuera por la situación en la que se encontraban.
— Sí, esto es lo que el mundo te hace — Suspiraste.
Una puerta que se abrió hizo que las dos se volvieran hacia el ruido. Salió una pareja que previamente había anunciado que necesitaban usar el baño, pero estaba claro por el aspecto de su cabello despeinado y el maquillaje corrido que habían vaciado más que sus vejigas.
— No los culpo — Dijiste con una pequeña sonrisa — Saben, al igual que todos los demás en esta habitación, que solo uno de nosotros sobrevivirá ¿Por qué no aprovechar el momento?
El comentario dejó un sabor agridulce en la boca de la contraria — No sabes si todos vamos a morir, tal vez varios puedan ganar.
— ¿Tú crees?
Jun-hee asintió — Sí, Gihun sabe de unos posibles juegos. La posibilidad está ahí. Además, la mayoria de juegos han sido en equipo. Si jugamos con inteligencia es posible.
Te quedaste en silencio por unos segundos antes de asentir lentamente — Entonces, ¿no quieres acostarte con nadie aquí? — Bromeaste, tratando de levantar el ánimo.
Jun-hee resopló ante eso — Lo haría, pero te recuerdo que llevo a mi hijo dentro. Tal vez cuando el haya nacido y estemos a solas en mi futura casa.
Arqueaste las cejas ante eso antes de reír suavemente — ¿Estemos a solas? Oh... ¿así que quieres acostarte conmigo? — Jun-hee te dio un guiño ante eso. Pusiste los ojos en blanco juguetonamente antes de quitarte la sudadera verde — Está bien, quítatela — Exigiste de repente y Jun-hee resopló con leve incredulidad.
— No puedes esperar, ¿verdad? ¿Y frente a toda esta gente? ¿Tienes fetiches con las embarazadas? ¡No sabía que te gustaba eso! Eres un poco rara — Dijo la más pequeña, a lo que gemiste antes de arrojarle tu sudadera en la cara a la más joven.
— No es así. Dame tu sudadera y te daré la mía. Esta es una promesa para que ambas ganemos, ¿entendido? — Murmuraste.
Jun-hee se quitó la chaqueta que le cubría la cabeza y la suya antes de darte esta última (y lo que sonaba como una futura amiga con beneficios).
Le tomó un poco procesar la solicitud y se puso la sudadera número 420.
— Esto es algo romántico — Murmuró antes de reírse suavemente. Intentó mirarte a los ojos, pero evitaste su mirada, con las mejillas ligeramente sonrojadas. Ante eso, Jun-hee concluyó que podrían convertirse en algo más que amigas con derechos en el futuro. La idea seguramente no te molestaba, de hecho, su estómago se revolvió agradablemente ante la idea.
El sonido de las puertas abriéndose, una vez más, hizo que las dos redirigieran su atención. Esta vez, sin embargo, no se trataba de una pareja que salía del baño frenéticamente después de una divertida escapada, sino de soldados rosados que se alineaban con pistolas y rifles. Uno en particular, con un cuadrado en su máscara, habló, anunciando el siguiente juego.
Cerraste los ojos, respirando profundamente antes de volverte para mirar a tu amiga. Jun-hee te miró con ojos grandes y preocupados (lo que hizo que tu corazón se acelerara). Los jugadores que las rodeaban comenzaron a ponerse de pie y caminar hacia la salida (algunos un poco demasiado entusiastas para el gusto de las dos; ¿por qué estaban tan ansiosos por arriesgar su vida?).
— Vamos, entonces — Dijo Jun-hee, con voz temblorosa. Supiste que estaba tan nerviosa como tú. Sin embargo, antes de que la menor tuviera la oportunidad de ponerse de pie también, te zambulliste rápidamente, presionando tus labios contra los de ella.
Escuchaste a Jun-hee jadear en el beso. Te apartaste rápidamente.
— Para la buena suerte.
Jun-hee se quedó allí sentada durante unos segundos, congelada, antes de aparentemente salir de ese estado. Cambió su peso sobre sus rodillas para acercarse a ti nuevamente, sus labios a solo unos centímetros de distancia de los tuyos. Sentiste que el aliento de la otro golpeaba tu barbilla antes de resoplar con una sonrisa. Acortaste la distancia y las dos se besaron nuevamente, esta vez no tan vacilantes.
Eso fue hasta que sentiste la presencia de un soldado que se cernía sobre ustedes. A regañadientes rompiste el momento antes de darle una mirada fulminante a la persona enmascarada.
'Maldita sea, estamos jugando por nuestras vidas, déjanos tener este momento' Despotricaste internamente, pero antes de que pudieras maldecir al muchacho un poco más en su cabeza, Jun-hee apretó tu mano, interrumpiendo efectivamente tus pensamientos.
— Vamos. Nuestra casa nos espera — Y con eso se dirigieron al pasillo que parecía sacado directamente de un set de una serie infantil.
