• Capítulo 1 •

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Fiyi, 23 de marzo. Presente.

†Aurora Kavalier†

El tiempo.

Muchas personas hablan de él y lo tratan como algo milagroso, él qué sana y cura. Otras personas lo creen majestuoso por poder crear más vida. Y luego está ese pequeño grupo de personas qué lo denominan como asfixiante.

Aquel qué te alarga la existencia y  se hace infinito, interminable. Ese qué a pesar de querer sanarlo, todo sucede de manera contraria; con más tiempo qué pase, más lejano se te hace él poder curarlo. Más te recuerdan los sucesos y más te hace extrañar el pasado.

A ese pequeño grupo lo denomino limbo. Tienen la necesidad de querer acabar con todo, pero no tienen la valentía de hacerlo y te quedas ahí, en el limbo. Sin reacción, sin sensación, sin sanación o pensamientos y sentimientos, sin nada. Sólo respirando, robando oxígeno.

— Acá están las galletas de avena. — menciona Drey.

Drey, mi acompañante del limbo. Un pasajero más qué no sabe si bajar o continuar. Aquel que ha estado Apoyándome todos estos últimos meses. Apoyando en todo sentido, sentimental, sexual y simplemente estando ahí haciendo nada, solo comprendiendo mi silencio.

Es la persona ideal qué cualquiera necesitaría en su vida. La qué puede estar contigo asomandose en el acantilado, pero te aguanta para qué no caigas.

Ese es Drey, mi actual pareja.

— Gracias. — respondo agarrando el paquete ruidoso de galletas.

Se sienta a mi lado, aplastando la manta abajo de nosotros. Hace poco descubrimos nuestro pequeño paraíso de relajación;

Un pequeño barranco lleno de césped verde vivo, regado con pequeñas florecitas de color violeta. Tiene una vista qué a lo lejos se puede observar claramente el mar con ese azul radiante. Todos los miércoles a las seis de la tarde, antes de qué empiece a caer la noche, Drey y yo venimos e improvisamos un pequeño picnic a base de frutas, cerezos y galletas horneadas. Y nos sentamos simplemente a ver a la dimensidad, justo cuándo él amanecer se alza por todo el lugar, complaciendo nuestra vista.

Fiyi es un pueblo enriquecido en mar y costas, con una flora muy hermosa y muchas vistas increíbles. Todo muy diferente al frío y boscoso pueblo de Aralicia.

Doy un respiro profundo, alimentando mis pulmones del cálido aire, viendo aquellos colores violetas, azules, amarillos y naranjas. Una combinación perfecta.

— Él cielo es muy hermoso. — volteo mi vista hacia Drey, él cual lo encuentro viendome directamente.

Suspiro.

— Sí. Lo es. — le regalo una sonrisa cálida y devuelvo mi vista hacia aquel infinito mar y los colores naranjas qué pintan el ambiente a nuestro alrededor.

Los Avcilar [Klanlar #2] [En Proceso]Where stories live. Discover now