II

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Bakugo Katsuki.

¿Qué se podría decir de él?

Tiene 16 años, es fuerte, alto, guapo, rubio, y básicamente tiene todo en su vida. Tiene amigos, gente con la cual pasar tiempo, dinero, y sobre todo a un Distrito que lo adora debido a su singularidad: Explosiones. Su sudor es muy parecido a la nitroglicerina. Cuando está en las palmas de sus manos puede usarla para crear explosiones.

Pero en ocasiones Bakugo se sentía vacío. Sentía que en lo único que se basaba a su vida era en su singularidad y su buen parecido. Eso consiguió que se volviera malhumorado, irritable, y sumamente explosivo. La única persona que lo podía mantener a la raya era uno de sus mejores amigos, Hanta Sero. Era de los pocos que el rubio aguantaba, por no decir que el único. En cuanto a su situación económica, era un miembro de las familias con mejor estatus del Distrito 1.

— ¿Qué sucede? — le preguntó Sero después de ver al chico perdido en sus pensamientos.

— Nada. — contestó rápidamente.

— Te estás cansando de más, por favor ya no entrenes tanto.

Eso era cierto. Se había pasado las últimas semanas entrenando muy duro para poder ir lo mejor preparado a los Juegos del Hambre. Así era la gente de los primeros Distritos, entrenaban durante toda su vida, y, cuando se sentían listos, se ofrecían como tributos en la cosecha para ir a los Juegos y tratar de vencer.

— Quiero ir a los Juegos y demostrarle a todo el mundo que valgo más que un apellido. — dijo Bakugo.

— Pero ¿En serio quieres ir a Los Juegos? — preguntó Sero. — ¿O solo te sientes obligado a satisfacer el legado de tu familia?

Se encontraban en la escuela, actualmente cursaban el segundo semestre de preparatoria. El maestro había salido del salón a fumar, por lo que tenían mucho tiempo libre. Katsuki dormitaba sobre su brazo, los entrenamientos de la noche anterior lo habían dejado sumamente agotado. Estos se basaban en explotar su singularidad para hacerla aún más resistente, aparte de los ejercicios para fortalecer los músculos. Al ser una familia rica, tenían un permiso especial del Capitolio para poder usar sus dones libremente, siempre y cuando no dañaran la integridad de otras personas.

— ¡Claro que voy a ir a los Juegos! — contestó el rubio. — Y el legado de mi familia no ha influido nada en mi decisión.

— Pero no te presiones tanto Katsuki, calma-

— ¡NO ME LLAMES POR MI NOMBRE, EXTRA!

Sero entendió después de mucho tiempo de conocer a Bakugo que cuando comenzaba a gritar era porque ya se había irritado, por lo que en esas ocasiones lo que hacía era apartarse de aquel chico explosivo.

Bakugo sabía que si quería sobrevivir a estos Juegos debería de entrenar muchísimo más de lo que su madre y su abuelo habían entrenado. Las singularidades evolucionan, por lo que muy probablemente se encontraría con poderes tan poderosas que quizás no podría hacerles frente. Todo eso hacía que se sintiera presionado de más, y encima, su misma familia le recordaba una y otra vez que él debía ser el vencedor de esta edición de los Juegos.

Nunca nadie un Bakugo ha perdido unos Juegos. Tú debes de ser igual. — decía su madre.

Provenía de una familia poderosa, una familia en la que cada descendiente de ella había ido a los Juegos y los había conquistado brutalmente. Obviamente la madre del chico quería que con él pasara lo mismo, por eso Katsuki se sobre exigía para poder ganarse el orgullo de su madre. Él estaba decidido ir a los Juegos del Hambre anuales, y nadie le iba a decir lo contrario.

𝚑𝚞𝚗𝚐𝚎𝚛 𝚐𝚊𝚖𝚎𝚜 - 𝚋𝚗𝚑𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora