IV

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El rostro de Uraraka era un poema; mostraba terror, angustia, pero al mismo tiempo tristeza. Pareciera que lo único que quería hacer en ese momento era detener el tiempo y tratar de regresarlo de la manera que fuera. Obviamente no lo podía hacer.

— ¡NO PUEDE SER, IZUKU! — escuchó gritar a su madre. Fue doloroso, a decir verdad. Escuchó claramente como la voz se le quebraba al pronunciar esas cortas palabras.

No quedaba de otra. Acababan de aprender de la peor manera el poder del destino, pero, sobre todo, el poder del Capitolio sobre los Distritos. Después de ver que no le quedaba de otra, comenzó a caminar por exactamente la misma ruta que su mejor amiga.

Izuku pasó por en medio de toda esa gente, para después subir las escaleras del escenario y pararse junto a la chica. Desde arriba pudo ver como todas las personas en esa plaza murmuraban entre ellas, muy seguramente comentando la situación que se acababa de dar. Todo el Distrito sabía que ellos dos se conocían desde chicos, los ancianos del lugar podrían aún tener recuerdos de como ellos dos jugaban a la rayuela en la plaza central con un conjunto de ramas y piedras.

Los dos amigos de toda la vida irían a los Juegos del Hambre, donde uno de ellos dos debería de morir inevitablemente.

— ¡Damas y caballeros!, — siguió anunciando la mujer. — ¡Estos son nuestros tributos para los Juegos del Hambre anuales!

La presentadora tomó las manos de cada uno de los chicos y las levantó por los aires, como si se sintiera orgullosa de ellos. Luego de eso, el alcalde terminó leyendo el magnífico "Tratado de la Traición" —cosa que el alcalde hacía todos los años, pero que Midoriya simplemente nunca le prestaba atención— por lo que se generó un profundo silencio. En la multitud, Izuku pudo ver claramente a su madre, secándose las lágrimas con su antebrazo y con el pecho subiendo y bajando debido al dolor que le causaba lo que había acabado de pasar.

Dos jóvenes que eran casi como sus hijos eran los tributos para los Juegos.

Que dolor.

Terminó la lectura y, por consiguiente, terminó la cosecha. Mandaron a todos a sus actividades cotidianas mientras que a ambos chicos los llevaban al ayuntamiento, lugar donde esperarían a que el tren proveniente del Capitolio llegara por ellos, no sin antes que sus familias o amigos se despidieran de ellos.

Luego de que llegaran a un lugar solitario a esperar a que alguien viniera a despedirse de ellos, comenzaron a hablar por fin de lo que había pasado.

— No es posible. — dijo la chica mientras se llevaba ambas rodillas al pecho. — Dime que esto es una jodida broma.

— No es ninguna broma. — el chico seguía aún en shock por lo que acababa de pasar, por lo que las respuestas que daba no eran muy concisas.

— No puede ser. — repetía una y otra vez ella.

— Salgamos de esta, hemos podido con cosas peores. — comenzó a decir Izuku, siendo víctima de sus pensamientos incoherentes. — Podemos pensar en una estrategia y-

— ¿¡Pero que no lo entiendes, Midoriya!? — las lágrimas amenazaban con salir de los ojos de la chica. — ¡UNO DE LOS DOS NO SALDRÁ VIVO DE AQUÍ!

El chico estaba sin palabras. Toda su vida creyó que nunca iría a los Juegos, y justo en el año que comenzó a dudar sobre si iría o no, su papeleta sale sorteada en la cosecha.

— Lo único que nos queda ahora es tratar de sobrevivir. — murmuró Ochako.

Ese comentario le heló la sangre a Midoriya. Claro que pensaba que en los Juegos le iría mal, más que nada porque Uraraka estaba entre los tributos, pero no creyó que a la castaña nunca se le hubiera pasado por la cabeza hacer alianza con él.

𝚑𝚞𝚗𝚐𝚎𝚛 𝚐𝚊𝚖𝚎𝚜 - 𝚋𝚗𝚑𝚊Where stories live. Discover now