VIII

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— ¡Vamos Uraraka lo puedes hacer! — gritaba su mentor tratando de animar a la chica que estaba por sobrepasar sus límites.

Absolutamente todo el departamento volaba, y no en sentido figurado. Cada cosa y objeto que estaba dentro estaba en el aire. Ella sudaba, temblaba, y pareciera como si estuviera a punto de vomitar, pero conservaba todas las cosas en el aire, tratando de aguantar lo más posible. Consiguió levantar aquel reloj de pie que estaba junto al elevador, y aún mantuvo todos y cada uno de los objetos levantados anteriormente en el aire.

— Ahora suéltalos. — dijo Aizawa.

La chica juntó sus manos, para después pegar un brinco por el ruido que causaron las grandes cosas cayendo al suelo.

— ¿Lo hice bien? — preguntó la chica, expectante.

— Tú dímelo. ¿Cuánto peso levantabas antes?

— ¿Cuánto pesa un venado?

— Alrededor de 200 kilogramos.

— Bueno, antes cargaba eso. Me costaba muchísimo y llegaba a mi casa a vomitar.

— Bueno, pues ahora, incluyendo aquellos yunques de ahí y todas las cosas de oro de este departamento, cargaste alrededor de una tonelada y media.

Uraraka se tiró al suelo. Estaba exhausta, cargar todo ese peso sin vomitar definitivamente la había hecho sacar lo mejor de sí.

— Ahora hagamos borrachitos.

La castaña soltó un fuerte grito y se volvió a tirar en el suelo. Borrachitos era un juego de niños, en el cual daban vueltas alrededor de un palo de escoba para después caminar en línea recta hasta un objetivo. Si ya se encontraba mareada, ahora con esta prueba lo estaría más. Tomó aire y se amarró de nuevo el cabello.

— Hagámoslo.

***

— Hola, Deku.

Escuchar esa voz de nuevo hizo que se erizara la piel de su cuello. Bakugo Katsuki estaba parado a un lado de él, recargado en la pared junto a la puerta. Se veía justo como la noche anterior, su rostro estaba iluminado sutilmente por las luces del Capitolio, mientras que su ropa se veía un poco más desgastada.

— ¿Qué haces aquí? Pensé que este día la azotea sería toda mía. — volvió a decir Katsuki.

— Vengo a entrenar. Y ya te dije que no me digas así.

— ¿Otra vez, Deku? — preguntó el rubio, haciendo énfasis en el apodo del peliverde, queriendo hacerlo enojar. — Pero si lo único que haces es producir rayos azules extraños de tu cuerpo, lo puedes practicar perfectamente en el área de parkour en el lugar de entrenamiento.

— Ahora entrenaré otra cosa, déjame hacerlo por favor. — contestó sin ser agresivo, tratando con todas sus fuerzas de que su voz no temblara. Mejor decidió ignorar su nuevo apodo y dejar al rubio que hiciera lo que quisiera.

— Oh, ¿Ahora entrenarás una nueva variación de tu rara singularidad?

Se notaba el sarcasmo en las palabras pronunciadas por Katsuki. Midoriya solamente giró a verlo, mientras asentía con la cabeza simulando desinterés.

— ¿Entonces admites que tu singularidad tiene diferentes funciones?

— No he dicho nada, Bakugo. — dijo el peliverde un poco harto.

— Tu singularidad es multiusos. Eso es genial.

El del Distrito 1 seguía insistiendo, preguntaba una y otra vez sobre el don de su rival, pero el peliverde simplemente trataba de ignorarlo y pensar en cualquier otra cosa menos en las palabras dichas por el contrario para así tratar de concentrarse.

𝚑𝚞𝚗𝚐𝚎𝚛 𝚐𝚊𝚖𝚎𝚜 - 𝚋𝚗𝚑𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora