Inicios de los años cincuenta.
Los jóvenes viven al tope de la adrenalina, con las hormonas alborotadas y disfrutando cada día como si fuera el último, pero ella no...
Maylin Jaffe era la chica con los padres judíos, educada para vivir una vida tran...
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Él tenía un tatuaje.
Quizá ésta no sea la mejor manera de empezar a contar, pero al carajo, ¿qué importa por donde se comienza? ¿Acaso siempre hay una manera predispuesta de comenzar?
Me sentía algo turbada por el tatuaje cuando lo observé de cerca. No era el primer torso desnudo que veía en mi vida, pero sí era el primer tatuaje donde tenía la oportunidad de contemplar.
Consista en un águila: una enorme y majestuosa águila azul con la cabeza de lado como si observara a su presa a la distancia, parecía que estaba hecha especialmente para que uno pudiera apreciar el reglo perfil en todo su esplendor sintiéndose atraído por su belleza, un águila en reposo de vista celestial gracias a los cuidados detalles que portaba gracias a la tinta, pero corrijo, nunca lo dije en alto, lo pensé solamente.
Nunca dije nada.
Esa solo era la impresión que me producía la figura en la parte superior izquierda de su pecho, un águila azul que podía tocar con las yemas de los dedos mientras sentía su calor corporal en estos haciéndome sentir completamente plena.
Fue mucho tiempo después cuando me enteré de la historia de ese tatuaje, de aquel tatuaje tan especial y espectacular para él que se lo habían hecho mientras estaba dentro de las paredes de una cárcel.
La cárcel.
Esa palabra para aquel entonces no existía en mi pequeño vocabulario. En el pequeño barrio donde yo vivía desde pequeña, en Kansas City siendo el año de mil novecientos cincuenta nadie conocía la cárcel más allá de los prejuicios. Si ni siquiera la mayoría sabían de la existencia de tatuajes, mucho menos de personas que estuvieran en cárceles.
Nunca en lo que llevaba de vida había charlado con un muchacho como él.
En realidad, jamás sostuve ninguna conversación con ese tipo de personas que probablemente me inducirían a la locura y a la carnalidad, como hubiera dicho mi madre frunciendo sus delgados labios y moviendo el mentón de esa manera tan peculiar que solo ella sabía hacerlo, sin embargo, creo que era entendible; al fin y al cabo, yo tenía el privilegio de ser la hija de una familia judía religiosa de clase media.
Maylin Jaffe, era la hija única de Esther y Mose Jaffe, estando en esa conocida etapa de plena adolescencia, teniendo los rasgos perfectos para los estándares que eran requeridos en la época y por supuesto, mi cabello usualmente recogido en una coleta alta con la misma dona de siempre era como se podía reconocer fácilmente a Jaffe, no cambiaba constantemente de peinado. Una típica adolescente del medio oeste, pacífica, con la "popularidad" necesaria -si es que eso fuera realmente relevante e importante- además de continuar siendo una estudiante.
Lo único que posiblemente me diferenciaba de las demás muchachas con las que igualaba edad era que creía saber lo que deseaba más allá del matrimonio y de ser mantenida por un hombre.
Tenía un sueño, no tan grande como el que tuvo Martín Luther King, solo era el sueño simple de Maylin Jaffe.
En la década de los cincuentas no existían tantos jóvenes que sepan lo que realmente querían para su vida y su futuro, pero yo tan solo tenía una corta edad y sabía a ciencia cierta con toda la seguridad del mundo lo que quería hacer desde que empecé a caminar con torpeza agarrada de los muebles.
Quería ser bailarina.
Esther y Mose supusieron que el deseo extravagante de su primogénita y única hija de volverse bailarina reconocida tenía que ser una broma de mal gusto.
一¿Cuántas mujeres de Kansas City pueden llegar en realidad a New York, y además triunfar? No seas tonta, May. Te vas a perder en esa ciudad tan grande, llena de pandilleros. Mejor ve a la universidad y aprende algo útil para la vida.
Durante muchos años la pequeña Maylin no dejó que sus padres la vieran bailar ni un poco; No desde que era una principiante, una inexperta, una novel y desgarbada ballerina vestida con una tierna y pequeña falda rosa que le apretaba demasiado; No los dejaba verla desde que escuchó lo que su madre dijo de ella en su primera presentación.
一Mi hija es el patito feo. 一oyó a su madre susurrarle a su padre mientras en aquel oscuro salón se realizaba mi primera función y presentación. Desde ese momento, jamás permití que me vieran bailar.
Siempre mantuve el sueño escondido dentro de mí ser sin ser revelado al público; si no hubiera sido por eso, es muy probable que nunca hubiese ido a Nueva York para convertirme en una bailarina real.
Ese sueño habría sido borrado totalmente de mi mente si tan solo hubiera escapado con Yeonjun en el Ford Mustang Fastback 1945 que tanto cuidaba.
Pero también podría haber pasado el resto de mi vida discutiendo seriamente sobre qué es el destino, qué es lo que lo provoca y lo que se puede cambiar de el con una sola acción.
Y, si me lo preguntan, ya sé que nada.
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