Capítulo 9: El accidente

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Dicen que los encuentros fortuitos siempre terminan en algo inesperado, Alissa Maddison supo entonces que era cierto. Mientras sus ojos azules se fijaban ardientemente sobre el rostro del joven recién llegado, comprendió con mucha sabiduría, que aquel momento no lo iba a olvidar jamás.

Debido a que la carga del lugar se había intensificado, tuvo que hacer un esfuerzo muy en contra de su voluntad y desvió la mirada hacia sus apuntes. De pronto, el hambre se había incrementando y tenía que salir rápidamente de allí. Cada segundo que transcurriera cerca de aquel individuo era una tortura para ella.

Era el castigo que debía pagar por su condición.

La primera vez que le habían diagnósticado con ninfomanía, tenía tan sólo dieciocho años.
Claro que para aquel momento apenas era una joven con las hormonas aumentadas por lo cual no prestó nada de atención al inconmensurable interés que le producía tener relaciones sexuales. De hecho, cuando supo que la cosa no iba marchando muy bien para ella, fue justamente al perder su virginidad y a decir verdad a los dieciocho años se podía considerar una edad oportuna y adecuada para hacerlo por lo que no le hizo mucho caso a las recomendaciones de su ginecólogo de cabecera.

El tiempo fue transcurriendo y todo se fue acrecentando tanto en periodicidad como en intensidad y ahí sí que estaba el epicentro de aquel problema. En primer lugar, la insatisfacción de su actualmente novio para aquel entonces, que pese a los múltiples cambios en sus métodos para complacerla... nunca le era suficiente. Luego, tras una inminente ruptura, llegaba otro y otro... y otro. Y el círculo vicioso volvía a dar su giro sobre las llamas de un inclemente infierno.

Fue allí, la segunda vez que acudió a su médico para buscar inmediatamente ayuda.

Le habían explicado muy detalladamente, que su enfermedad era más una condición oportunista que con el paso del tiempo iba a avanzar y qué por tanto, el control y la detención del interés por un acto sexual continuo y desenfrenado, debía correr por voluntad de ella misma. Es decir, tendría que poner un alto a su ávido deseo carnal y que al menos en conjunto con la indicación de ciertos medicamentos, podría llegar a controlar aquella extraña patología.

Alissa se decepcionó mucho esa mañana. Salió del consultorio médico hiperventilando de la rabia y una vez que se halló en el exterior, llamó a Gregor.

Éste siempre le correspondía en el momento adecuado.

Minutos más tarde, ambos estaban boca arriba sobre una cama y ella con fatiga y sudor por todo su cuerpo, se levantó y se metió a la ducha sopesando todo lo que había llegado a provocar. Debía evitar todo aquello. Lo sabía. Pero las ganas y la sed eran tan irremediables, que cada momento que tenía que soportar sin la presencia del auténtico placer, le quemaba internamente hasta que nuevamente volvía a caer ante su propio y oscuro deseo.

Leonard se levantó de su silla con elegancia y saludó a Lukas Trent, que se encontraba muy cerca de él.

—Hola Lukas, bienvenido, te estaba esperando amigo mío —dijo estrechando sus manos.

Lukas sonrió y se volteó para que Leonard pudiese ver a su colega que en aquel momento permanecía en silencio dirigiendo la mirada, de soslayo, a la joven que estaba sentada al otro lado de la mesa.

—Te presento a mi compañero de trabajo, Albert Colt. —Leonard le tendió la mano—. Albert, el presidente de la Compañía, el mismísimo, Leonard Maddison.

El interludido cambió de inmediato su postura y se presentó. La calidez del saludo fue tanta que Alissa levantó la mirada para observar la escena. Se fijó que Albert era demasiado joven y tonificado por lo que su antebrazo cubierto de tatuajes hasta sus muñecas resaltaban a través de su traslúcida piel. A medida que enfocaba la vista, notó como un radiante sol y unas criaturas aladas con lanzas en sus manos se enfrentaban a una innegable pugna infernal.

Secretos de una ninfómana 🔞 (Completo)✅ (En físico) 😍Where stories live. Discover now