Capítulo 16: La invitación

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—Oh, por Dios..., ¡Hijo mío! ¡¿Qué te pasó?!

La madre de Albert se abalanzó sobre él y lo tomó de la mano mientras preguntaba desesperada lo que le había ocurrido a su único e inigualable, hijo favorito.

—¿Te encuentras bien? ¡¿Cómo sucedió todo Albert?! —continuó hablando sin dejar que éste último respondiera.

Albert, que conocía muy bien a su madre le dió unas palmadas en la espalda para tranquilizarla. Siempre era aquello la solución desde tiempos muy remotos para el manojo de nervios que era Norma Walfs.

Era de baja estatura y piel casi cetrina. Tenía el cabello tan corto y en puntas lo cual le daba un toque imponente y de seriedad, a juzgar de que Norma era la persona más pacífica y amorosa que pudiera existir. Hasta cierto punto, claro. Con tan sólo sesenta años de edad, la madre de Albert, consideraba que no había más remedio en la vida que brindarle una oportunidad a nuestras vidas que el mismo Dios.

Cómo siempre, notó Albert mientras seguía consolando a su preocupada madre, vestía con una larga falda estampada de flores silvestres y un camisón azul oscuro acompañado de una bufanda negra alrededor del cuello. Era la indumentaria favorita de ella porque le confería el estilo magistral para lo cuál, si ibas a decir algo delante de ella tenías que tener una precaución muy objetiva.

Alissa la miraba desde su posición pero su mente no estaba con el funcionamiento adecuado. Seguía pensado en lo que había transcurrido minutos antes y su cabeza daba vueltas y vueltas... imaginando a ese hermoso hombre sobre la cama, casi desnudo.

—Cálmate, mamá. Todo está bien. Sólo fue un accidente. —comentó Albert.

Norma se separó de él con sorpresa. La retahíla maternal era inexorable.

—¿Accidente?, sabes muy bien Albert Colt, que Dios no comete accidentes—.

Albert rió casi de forma imperceptible y luego asintió. Lo mejor era evitar una disputa religiosa allí delante de Alissa.

—Sí, tienes razón... —empezó a decir.— Por cierto, te presento a Alissa Maddison.

Su madre la miró con expresión inquisitiva y constató para su sorpresa lo hermosa que era la chica. Albert siempre había tenido buenos gustos aunque nunca le había conocido o presentado a nadie, lo cual a decir verdad le preocupaba muchísimo.

Pero sabía, que no había una mejor opción para el mundo que su hijo estuviera sólo para ella; Que nadie más tuviera la evidente dicha de tener a alguien tan profesional, ermitaño y hermoso como su propio descendiente. Ella era una mujer de principios y cuya dogmática siempre debía cumplirse, por eso se irguió de la cama y se acercó a la joven cuyos ojos azules brillaban en aquel momento.

—Mucho gusto, señorita. Norma Walfs... —saludó y le tendió la mano.

—Alissa Maddison, mucho gusto—.

Le sonrió más por cortesía que por otra cosa. Alissa sentía que de verdad no tenía que estar allí en ese momento tan íntimo y del cual no formaba parte, pero las circunstancias le decían que debía quedarse y no huir de un futuro ya trazado para ella. Se preguntó, con cierta sorpresa, qué tenía ese hombre que la había hipnotizado desde el primer momento y la mantenía cautiva en una red invisible pero evidentemente muy tangible para ella.

¿Era el destino? O ¿sólo eran imaginaciones de ella?.

Porque si era lo segundo, Alissa Maddison tenía mucha imaginación. De eso no había duda.

—¿Es usted la novia de mi hijo?—preguntó de pronto Norma.

Alissa volvió a la realidad y se sintió muy incómoda. Debía huir a toda costa de ahí. Albert se llevó una mano a la cara ocultando la vergüenza de aquella escena. Su madre, entretanto, los miró a ambos con indignación.

—¿Dije algo malo?—.

Albert dejó caer su mano y comprobó que el ambiente se había solidificado.

—No, no somos novios, mamá. Alissa es la vicepresidenta de la compañía dónde ocurrió el ataque —explicó, dándose cuenta de que había dicho demasiado.

Alissa al escuchar su nombre bajó la mirada. Sentía cierta pena por lo ocurrido y lo lamentaba mucho. Norma, por su parte, colocó los brazos en su cintura y examinó a Alissa de arriba a abajo.

—Mmm, vaya, vaya... y, señorita... ¿Alissa, no?.—empezó a decir.— ¿Cuáles fueron los hechos del "accidente"?—.

Su tono había cambiado. Era frío y hostil. El tono de voz que empleaba durante una pugna, por ejemplo.

Alissa sintió que estaba en un completo lío. Sintió que debía salvar la situación a como de lugar.

—Mi padre, está investigando. —contestó con nerviosismo—. Es evidente que no puede quedarse eso así, señora Norma. Estamos realmente indignados y por ello estoy aquí, para constatar que Albert..., perdón, el señor Albert... se encuentre bien.

Norma la evaluó. Le encantaba ese pequeño momento en el que debían darle explicaciones, la hacía sentir poderosa. Omnipotente, como el Dios al que tanto rendía sus plegarias.

—Entiendo, entiendo... —musitó—. ¿Algún sospechoso?.

La pregunta quedó en el aire.

Alissa, dubitativa, respondió sólo lo que le había dicho su padre. No tenía más información, a decir verdad.

—Sospechosos, por supuesto que los hay. Encontramos una chica de nuestro Complejo en el baño maniatada. —comentó y el rostro de Norma cambió producto del pánico—. La policía está tras la búsqueda de tres hombres, según les contó la empleada. Al parecer todo fue muy planeado y ejecutado.

Norma frunció el ceño.

—Mmm, sí, hay que buscar esos asesinos. Porque prácticamente lo son, ¿no?.

Y tras decir eso, se volvió acercar a Albert y lo empezó a acariciar de manera incesante.

—Mi hijo, mi hermoso hijo. Sabía que no debías venir a California. Te lo dije...

Albert expulsó el aire con brusquedad. Se controló, Alissa lo miraba con cara de ser salvada de aquella situación.

En el momento que él iba a refutar, Alissa lo interrumpió.

—Señora Norma...

—Llámeme, Norma. —contestó.

—Está bien. ¿Estaría dispuesta a aceptar una invitación? —inquirió Alissa recuperando la compostura.

Norma se lo pensó muy bien.

—¿Qué clase de invitación?.—quiso saber.

—Pues, en vista de los daños causados y de que el señor Albert casi pierde la vida quisiera invitarlos a cenar en nuestra casa. Es... —hizo una pausa—. Una forma de tratar de remendar un poco la situación.

Entonces fue Albert quién ahora la miraba. Una mirada infranqueable que dejaba entender lo que Alissa estaba pensando.

Norma habló pero quedó sepultada en el silencio de dos mentes ya unidas por un mismo pensamiento. Era algo nuevo para ambos. Era algo nuevo que los estaba enredando en un completo acantilado emocional.

¿Enamorarse a simple vista?.

Esa pregunta le hubiera hecho reír a Albert Colt meses atrás.

Por otro lado, en una mente oscura y retorcida como la de Alissa Maddison, las interrogantes aparecían como dardos en el aire:

¿Estar con un hombre más allá del placer? ¿Compartir sentimientos con alguien al que no sólo veía como un objeto sexual?.

Ambos, sin duda, estaban muy sorprendidos por la situación.

—Allí estaremos, Alissa. —contestó Albert por encima de la voz de su madre.

Alissa le sonrió con la mirada que a él lo atormentaba y aumentaba su apetito carnal.

—Perfecto. Mañana a las 8. Los espero—.

Y tras esto, salió de la habitación.

Entonces, Albert comprendió que habían sellado un pacto. Un peligroso pero auténtico pacto de amor.

Secretos de una ninfómana 🔞 (Completo)✅ (En físico) 😍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora