Capítulo 35: Contrarreloj

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El frío les cubrió considerablemente cuando el agua se adhirió en su totalidad a sus temblorosos y húmedos cuerpos. Por la sorpresa ocasionada, las dos jóvenes se desplomaron hacia el lado derecho y el golpe que Lauri recibió directamente en la cabeza al tocar el suelo le nubló por un momento la visión.

Sus ojos se abrieron de golpe y observó como los hombres hablaban entre sí sobre un tema incomprensible para ella.

—Son más escuálidas de lo que pensé. —comprobó el hombre de braga azul.

Su compañero solo asintió y se acercó lentamente hacia las chicas cuyo corazones latían descontrolados por el temor que sentían. Con su robusta mano las levantó del suelo en un solo esfuerzo y las volvió a colocar a su posición inicial. Ambas quedaron nuevamente mirando a ambos lados del tétrico lugar.

—No nos hagas daño, por favor. —suplicó entre lágrimas Carla.

El desconocido sonrió y su compañero de braga azul le imitó. Fue una risa gutural, malévola.

Erizante al oído.

Lauri los fulminó con la mirada y constató que el aspecto era similar al de los tipos que están acostumbrado a recibir las órdenes de alguien más. Le dio una idea y no quiso perder la oportunidad de tomar un poco de ventaja.

—Tranquila, Carla. No podrán hacernos daños, ¿verdad?

Entornó los ojos y los miró con cierto deje de sarcasmo. Por su parte, el hombre de franela raída vislumbró a su compañero y se encogió de hombros ante el comentario afirmativo.

Fue el otro agresor quién habló.

—Eso está por verse, chiquita.

Dio unos pasos adelante y en aquel momento Lauri no había sentido un miedo tan atroz. El hombre se colocó delante de ella y le apretó abruptamente la quijada. Presionó tanto que ella intentó zafarse pero quedó limitada en el proceso. Fue en ese instante cuando el agresor mostró sus desgastados y amarillentos dientes y entonces, levantó la mano con lentitud y le propinó una fuerte cachetada.

El golpe le hizo estremecer de dolor cuando la mano de él chocó directamente con su rostro.

Ardor y dolor.

Lauri sintió la mejilla palpitarle y cada movimiento en su interior era una aflicción irremediables. Nuevamente aunque con la furia de un verdadero asaltante, el hombre le cogió el rostro e hizo que le mirara directamente.

—Mantente callada si no quieres morir de verdad.

La saliva le salpicó por lo que ella no tuvo más remedio que cerrar los ojos y retener la respiración.

Carla no tuvo las fuerzas necesarias para soportar aquella tortura.

—¡Déjala! ¡Déjala en paz!

El hombre giró la cabeza y rodeó los cuerpos de ellas con sigilo.

—¿Qué dijiste preciosa? —preguntó a media voz.

Carla abrió los ojos de manera exagerada y el atacante acopló la cabeza en su hombro en señal de comprensión. Caviló y se rascó la cabeza como si aquello pudiera aclararle la mente.

—Ahhh, entiendo, preciosa. —contestó.

De pronto, en medio de un silencio casi sepulcral el teléfono del atacante comenzó a sonar.

Lo cogió y vio el número desconocido en la pantalla. Se aclaró la garganta e hizo un ademán a su compañero para que estuviera atento.

—Diga Magíster. —saludó.

La voz al otro lado fue rápida y precisa.

—Entendido, lo haremos en seguida.

Y una vez colgada la llamada hizo otra casi imperceptible señal y ambos hombres se pusieron en marcha.

—Mira niña rebelde. —le comenzó a decir a Lauri cuya mejilla seguía roja y muy caliente—. Vas hacer lo que te diga y si cometes algún error lo lamentarás para siempre. Y también tu “amiguita”.

El énfasis en la última palabra le puso los nervios de punta. Quizás no eran la clase de hombres que podían atacar con facilidad pero sí de recibir órdenes severas y cumplirlas a cabalidad.

Cuando por fin había terminado de hablar, el agresor sacó su gruesa y áspera lengua y como una serpiente venenosa lamió la mejilla enrojecida de Lauri sin ningún tipo de piedad.



A varios kilómetros de distancia, en la Mansión Maddison el caos apenas estaba por comenzar.
Gretta Collins cenó en silencio como ya se había vuelto costumbre en los últimos días y Melissa Puente apareció dejando un vaso de leche fresca sobre la mesa para hacerle compañía.

—Gracias Melissa.

La recién llegada se percató del tono de voz que empleó su ama.

—¿Qué sucede mi señora? La noto muy rara.

Gretta bebió un sorbo en silencio. Luego, con cierta necesidad de desahogar todas las penas que le abrasaban el alma, habló.

—Muchas cosas Melissa, errores del pasado que a veces pagas en el futuro. Pero siempre, al final, terminas pagando a toda costa.

Melissa tomó asiento y le acarició la mano con aprehensión. Conocía a su señora de hacía décadas y al mismo tiempo sentía que habían aspectos en ella que no podía discernir. Era una fiel consejera y amiga, pero sabía que Gretta ocultaba secretos que iban más allá de la comprensión y con el paso del tiempo esos temores le estaban jugando su propia vida.

Verla así le hacía daño.

“—Lo peor de todo es qué yo sabía que las cosas se iban a poner muy mal. Y ambas entendemos Melissa... —se inclinó y bajó el tono de voz—. Que Leonard es un hombre que no perdona las mentiras.

Tomó otro sorbo y ambas se quedaron calladas.

Unos pasos resonaron por la escalera de caracol cuando la chica de servicios descendió con la bandeja de la comida intacta y cantando una leve melodía.

Se detuvo en seco al verlas.

Carraspeó ante la sorpresa.

—Mi señora, Lauri no abre la puerta de su habitación. Hoy no ha querido responder en todo el día y anoche tampoco quiso abrirme.

Melissa se levantó de la silla y sacó el manojo de llaves del bolsillo con Gretta detrás de ella. No era la primera vez que Lauri tenía un arranque de ese tipo y por un momento tuvo miedo de que estuviera cometiendo los actos lesivos que se realizaba últimamente. Salió disparada por la escalera de caracol hacia la habitación. En cambio la joven llevó las bandejas hacia la cocina mientras probaba el yogurt que iba destinado a Lauri. Depositó de mala gana los platos sobre el respaldo de la mesa italiana y siguió comiendo aprovechando el momento a solas.

Unos segundos después el teléfono principal que yacía en la pared de la cocina sonó. Hizo un gesto de fatiga cuando siguió repicando a sus espaldas.

Contestó saboreando el yogurt en su boca.

—Hola, buenas… noches.

Tenía la boca llena y esperó la respuesta sin entusiasmo alguno.

—¿Aló? ¿Hay alguien allí?

Finalmente, cuando una voz muy conocida emitió el mensaje, la chica de servicios gritó tan fuerte que dejó caer el yogurt al piso y salpicó todo entre el miedo y la sorpresa.


Secretos de una ninfómana 🔞 (Completo)✅ (En físico) 😍Where stories live. Discover now