Capítulo 10: Una propuesta caliente

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—Un final —repite Eduardo asintiendo mientras le cuento lo que me dijo Abel esta tarde.

Se tira al sillón con un bufido y yo hago un sonido afirmativo mientras enciendo el ventilador.

—Sí, me dijo que necesitaba "una noche" final. ¿Sabés qué significa eso? —expreso. Esboza una media sonrisa.

—Que van a darle como conejitos por esos nueve años que se extrañaron con todo su corazón —responde. Me río.

—Probablemente, pero también significa que es capaz de serle infiel a Roxana. Y eso es malo, primero porque ella es muy buena y no se merece sufrir. Y segundo, porque él es un tipo muy fiel, y el hecho de que quiera engañarla... bueno, me hace creer que no la quiere tanto como aparenta —contesto sentándome a su lado. Toma mi mano y acaricia con suavidad el dorso.

—Mi amor... es hombre. El tipo piensa más con la cabeza de abajo que con la de arriba, you know what I mean. —Me guiña un ojo y bufo—. Seguro quedó caliente con vos, porque es verdad que jamás le dieron un cierre a eso, por lo tanto, no piensa en que puede lastimar a su mujer, sino que piensa en darte como cajón que no cierra.

Suelto una carcajada y le tiro un almohadón por la cabeza.

—¿Y vos qué querés? —me pregunta poniéndose serio. Me encojo de hombros.

—Quiero ahorcarlo y matarlo. Quiero alejarme de él y olvidarlo para siempre, pero también quiero besarlo hasta quedarme sin aliento... La verdad es que no sé lo que quiero —respondo haciendo una mueca.

—Necesito que respires hondo y cierres tus ojos —pide. Hago caso a lo que me dijo y cierro los ojos—. Ahora tenés que imaginar que estás teniendo relaciones con él.

—¿¡Qué!?

—Hacé lo que te digo, es una terapia.

Suelto un insulto por lo bajo, pero termino imaginándolo. Recuerdo los labios de Abel sobre mi piel, sus ojos negros mirándome con intensidad ante cada embestida, esa manera en la que se relamía los labios y cerraba los ojos con placer en cuanto llegaba al orgasmo y la sonrisa tan amorosa que hacía un minuto después, antes de besarme.

Siento que el cuerpo me quema y sacudo la cabeza volviendo a abrir los ojos.

—No puedo —digo—. Es demasiado.

—¿Sentiste deseo? —interroga. Asiento con la cabeza y resopla—. Bueno, eso sí es malo.

—¿Por qué es malo?

—Tenés un lazo demasiado fuerte con él. Definitivamente, debés darle un final. Mirá, deberían acostarse y vas a ver que te va a decepcionar. Probablemente no es ni la mitad de bueno de lo que recordás, y ahí vas a decir, "bueno, no era para tanto", y ya está, ¡problema solucionado! —manifiesta. Lo miro como si estuviera loco.

—No voy a acostarme con él, aunque suene como una propuesta caliente, no pienso hacerlo. ¡Se va a casar!

—Dale su despedida de soltero.

—Eduardo, sos muy mala influencia —comento negando.

—Pero me amás.

—Eso seguro. —Lo abrazo y recuerdo a Ale—. El nene me dijo que quiere enseñarme cosas para que mis escenas sexuales no sean tan ordinarias.

—Opa, ¿cómo es eso? —inquiere con curiosidad.

—Dice que el libreto deja ver que no tengo mucha experiencia, que el sexo que escribo es aburrido y simple.

—Eso es una propuesta caliente, amiga, no una noche con tu ex. Dale una oportunidad a las cosas nuevas.

—Eduardo, no lo soporto, habla mucho y es un creído total.

La boda de mi exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora