Capítulo 23: Hacerse valer

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No sé qué es peor. No haber pegado un ojo en toda la noche o tener que subir al maldito auto del director y aguantarme su cara larga.

—Hoy es lunes —murmura de mala gana—. Y tu cara de momia lo delata.

Arqueo las cejas. ¿Mi cara de momia? Tampoco es que él está tan fresco como una lechuga.

—Vos parecés sacado del video de Thriller —mascullo. Esboza una media sonrisa y luego gira la cabeza para mirarme con una ceja alzada—. ¿Qué?

—¿Soy como Michael Jackson? —cuestiona. No puedo evitar soltar una carcajada irónica.

—¡Sos el zombie de Michael Jackson! —exclamo rodando los ojos. Bufa y vuelve a ponerse serio. Si no fuera un tipo tan amargado, podría llevarme bien con él.

El transcurso del camino pasa en silencio. Quizás sea buena idea hablar de mantener mi guión en este momento, pero todavía no me siento preparada. Seguro que al final de la jornada voy a poder hablar con él, mientras tanto, y para no hacer el viaje más incómodo de lo que ya es, prefiero mantenerme callada.

Ahora hay otra cosa que me preocupa: mi reencuentro con Alejandro. Va a ser bastante extraño volver a verlo después de lo que hicimos el fin de semana, y tengo que dejarle en claro que no fue más que una noche de diversión. Supongo que lo va a entender, dudo que sea de esos que se enamoran y, además, él ya había dicho eso desde un principio.

Cuando llegamos al estudio, me encuentro con Barbie sentada en un banco tomando un helado y comiendo papas fritas al mismo tiempo.

—Antojos —me dice al notar mi expresión. Sonrío y me acerco para saludarla—. ¿Cómo estuvo tu catorce de febrero?

—Lindo, la pasé bien —replico—. ¿Y el tuyo?

—Excelente, volví con el papá de mi bebé. —Esboza una sonrisa de oreja a oreja que me contagia.

—¡Me alegra! —comento. Ella sigue hablando, pero me distraigo mirando a mi alrededor. La verdad es que está todo un poco extraño, la escenografía no me suena de ningún lado y Roxana está mirando unos papeles con el ceño fruncido.

—¿Me estás escuchando? —inquiere mi acompañante dándose cuenta de que no le estoy prestando atención. Niego con la cabeza.

—¿Te informaron de algún cambio de escena? —quiero saber. Hace un sonido negativo—. Es que no sé qué parte van a grabar hoy, voy a hablar con Roxana.

Sin esperar a que me responda, me acerco a la actriz. Se pone pálida en cuanto me ve, pero luego esboza una pequeña sonrisa. La sonrisa más falsa que le vi hasta el momento.

—¿Qué pasa? —pregunto. Traga saliva y suspira antes de entregarme el papel. Arqueo las cejas al leerlo y el estómago se me cierra. Es una escena que debía ser romántica, convertida en una especie de porno, con diálogos que yo jamás escribiría—. ¿Quién te dio esto?

—David —contesta haciendo una mueca dudosa.

Busco al director con la mirada y, como no aparece por ningún lado, me dirijo a su camarín. Abro la puerta de golpe, está sentado en un sillón hablando por teléfono, pero en cuanto nota mi presencia, se despide de su interlocutor y cuelga.

—¿Qué es esto? —cuestiono tirándole las modificaciones a la cara—. Creo que jamás me pediste de frente que le haga cambios a mi historia, siempre lo mandaste a Alejandro, como si su sonrisa pudiera convencerme, pero ¿sabés qué? ¡No funciona! No voy a dejar que cambies nada sin mi permiso y mucho menos de este modo. Me estás pasando por arriba solo porque sos el director, pero si mi libreto no hubiera sido elegido, ahora estarías tirado en tu casa, barbudo y sin un peso. Gracias a mi historia tenés trabajo, así que lo mínimo que podés hacer es preguntarme si esto me gusta o no.

La boda de mi exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora