Un nuevo punto de partida.- Cap. 21

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(Narrador omnisciente)
Pasaron tan solo dos años hasta que Ares recuperó su inmortalidad, no por voluntad de Zeus, ni por su propia voluntad, si que el propio destino ordenó que por el bien del universo, Ares recuperara su don y su etiqueta divina, y con ello su inmortalidad, Zeus se enteró al poco tiempo, y mandó a su hijo Hermes el mensajero a decirle a Ares que si quería podría volver al Olimpo, pero Ares rechazó la oferta, Ares quería ganar esa guerra, quería luchar junto a los griegos, quería ver morir a los persas, y tenía sed de sangre, de dolor, de sufrimiento ajeno y de muerte...Para Ares esto era como una droga, nunca se había sentido tan bien, su mayor arma era el odio, el odio que le tenían sus padres y Atenea, el odio que él le tenía a ellos, y aunque él sabía que lo que hacía no estaba bien, le daba igual, porque el monstruo en el que se había convertido lo habían forjado a fuego ellos, tanto Zeus y Hera por su despreció hacía él, como Atenea por su rencor y orgullo y por último Hefesto, por haberse casado con el amor de su vida, Afrodita. Todo esto hizo que Ares enloqueciera durante los dos siglos que duró la dichosa guerra, Ares ya no era el mismo, ni el se reconocía, pero ya le daba igual, lo único que antes le quedaba era el amor de Afrodita, y ahora, el esta seguro de que lo odia...

Cuando termino la guerra, Ares se disponía a volver al Olimpo después de dos siglos, aunque para los dioses eso no es nada, para Ares había sido una eternidad.

(Narrador Ares)
Hoy es un día de mierda, me acabo de levantar y ya me quiero volver a dormir, por que narices se habrá empeñado Zeus en que vuelva al Olimpo, he tenido hasta que madrugar, y encima he tenido pesadillas, hacía tiempo que no las tenía, pero las de esta noche sin duda han sido las peores, solo de pensar en ellas una gota de sudor frio recorre mi frente, no soy capaz de describir como son, ya que no quiero recordarlas.

Un sirviente mio toca la puerta, y dice sin abrirla que ya es la hora de irme, odio que me den ordenes, pero como recuerdo que yo le di la orden de que me avisara no me enfado tanto, me visto con mi armadura de bronce, y cojo mi casco para colocármelo en la cabeza, mi casco tiene una cresta roja larga que se ha convertido en mi símbolo, todos los espartanos llevan uno parecido, al igual que el pelo largo, que me lo he ido dejando por pereza y falta de tiempo, pero no me disgusta, mejor dicho, me gusta, ahora es un símbolo de masculinidad, y para un espartano cortárselo es una muestra de deshonor.

También cojo mi lanza, ya que me la he ganado, es un arma divina que solo la puedo usar yo y solo la puedo invocar yo, muy pocos dioses tienen un arma propia, solo la tienen los que de verdad se la merecen, los demás se las tienen que forjar Hefesto, y yo prefiero ni verlo. Ahora que ya estoy preparado, me dirijo hacía la salida de lo que había sido mi hogar hasta ahora, me despido de los sirvientes con una mirada por encima del hombro, y con ello les dejo claro que no voy a volver allí.

Estoy a punto de llegar a la puerta del Olimpo, ojalá no me espere nadie y me dejen en paz, no tengo ganas de perder mi tiempo en tonterías, probablemente cuando llegue al consejo de los DDE solo estén Zeus y Atenea, Zeus se que va a estar porque es él el que me ha convocado, y Atenea creo que no me la voy a quitar de encima porque me he enterado de que ha ascendido a los DDE, y eso significa que a partir de ahora va a ser el ojito derecho de Zeus, valla coñazo, pero lo más probable es que me digan cuatro tonterías y me dejen irme, o eso espero.

Cuando llego a las puertas del Olimpo noto algo raro...

Ares y Afrodita, un amor prohibidoWhere stories live. Discover now