Capítulo 3

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— Buen día don Samuel —sonrió.

— Buen día, siempre puntual ______.

— Por supuesto que si, o de lo contrario terminará despidiendome —soltó una risa.

— Aunque suene cruel, estás en lo correcto —don Samuel se acercó a sus burros.

Ambos comenzaron a alimentar a los animales y hacer una que otra cosa en el establo. Era sorprendente que todas las mañanas era casi la misma rutina, aunque el día anterior hayan revisado el establo al día siguiente había detalles que solucionar.

En menos de dos horas habían terminado con su trabajo.

— Aquí tiene señorita, muchas gracias —se acercó a ______.

En su mano dejó caer unas cuantas monedas.

— Gracias a usted.

El señor se fue al contrario de ______, que al ver que Luisa se acercaba se quedó a esperar y saludarla.

— Buen día Luisa —agitó su mano.

— Buen día prima —sonrió "amablemente".

Rápidamente la expresión de la otra chica cambió.

— Le dije a Mirabel que no te lo contará —suspiró.

— Error. Fue Dolores —soltó una risa.

La castaña cerró los ojos con frustración.

— ¡Gracias Dolores! —alzó la voz.

— La cuestión aquí es por parte de quien, ¿Camilo o Antonio? —empujó levemente a la castaña.

— Por parte de Isabela, ¿qué te parece si somos cuñadas? —sonrió.

La de músculos se alejó y se encogió de hombros.

— No juzgo.

La castaña soltó una risotada. Pero dejó de hacerlo cuando recordó algo.

— Es broma Dolores, no digas nada —chilló.

Ahora quien comenzó a reír fue Luisa.

Luego de unos minutos ambas se despidieron y cada una tomó su camino.

— Dijiste que me llevarías con los burritos hoy —su hermano la esperaba en la sala.

El pequeño en pijama fue lo primero que vio al entrar a su casa.

— Estabas muy dormido, no quise despertarte —le desarregló el cabello, más de lo que ya lo tenía.

— ¡Mentira! —alzó sus brazos.

La chica sonrió.

— No, y sabes que no lo es. Ya será una próxima vez, ¿de acuerdo?.

El niño asintió y su hermana mayor fue a la cocina a lavarse las manos y comenzar a hacer el desayuno.

— ¿Ya te cepillaste los dientes? —Emilio asintió—. Muy bien. Ahora ve a despertar a nuestra abuela y dile que ya casi está el desayuno.

— Ufff, no hace falta. El olor llega hasta la habitación y con sólo olerlo me dio hambre —apareció la mayor.

— Buen día —la chica se acercó y besó la mejilla de esta.

— Buen día mis niñitos hermosos.

Los tres desayunaron felizmente y unos minutos después la chica estaba caminando hacia la casa de los Madrigal.

Al llegar a la primera que vio fue a Isabela, para su mala suerte, y sintió como sus mejillas comenzaron a arder al recordar lo sucedido en la mañana con Luisa.

En el Silencio [Camilo Madrigal] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora